El martes último se registró un récord histórico de casos de coronavirus con 20.870 infectados en sólo 24 horas, una cifra que pondera el alto riesgo epidemiológico en 85 distritos del país, particularmente en los grandes centros urbanos encabezados por el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), liderando la concentración demográfica más propensa a contraer la letal enfermedad.

El Gobierno nacional ha reaccionado con preocupación imponiendo una serie de medidas para frenar nuevos contagios y muertos, en sintonía con la opinión de especialistas de la salud que observan la sobrecarga del sistema sanitario con algunos centros asistenciales al borde del colapso. Este panorama exige particular dedicación para evitar una catástrofe sanitaria sin precedentes en el país, a pesar de la resistencia de la gente a las restricciones por tres semanas, anunciadas por el presidente Fernández.

En base a la experiencia del año pasado, diferentes sectores productivos han coincidido con las autoridades en no cerrar la economía, pero también es responsabilidad de todos tomar conciencia de que en las zonas críticas hay un 80% de camas ocupadas en terapia intensiva y no son todas por Covid-19. Es una simple referencia de la presión de los trabajadores de la salud, impotentes frente a un comportamiento social que ignora los protocolos más elementales.

Para citar un ejemplo, en el transporte público de las áreas más comprometidas, se relajaron todos los controles. Y pueden sumarse los viajes estudiantiles y los desbordes juveniles clandestinos como altos focos de contagio. Por eso las restricciones generales podrían ser más severas en las próximas semanas si la proyección de la cantidad de casos sigue subiendo, en tanto cada jurisdicción lo decidirá según las estimaciones locales. Afortunadamente San Juan todavía está lejos del mapa crítico de la pandemia en la Argentina.

La ministra de Salud de la Nación, Carla Vizotti, al igual que los referentes de las organizaciones de profesionales de la salud del país, han coincidido en las acciones tempranas para contener una propagación desenfrenada que podría llegar a los 45.000 casos diarios, a fin de mes, y de esos números es difícil volver. Más dramático todavía si el personal especializado, los intensivistas, está fatigado y el rendimiento disminuye: muchos terapistas murieron, se enfermaron, o no se tomaron vacaciones.

Debemos mirar al prójimo antes que los intereses sectoriales o personales, y siempre recordando la consigna global de que en esta pandemia nadie se salva solo.