La Navidad representa para los cristianos el acontecimiento más importante enmarcado en la fe. Cada año, la recordación del nacimiento de Cristo otorga a los hombres la posibilidad de reiniciar una nueva etapa en su vida, con el firme propósito de alcanzar la gracia de la reconciliación y encontrar en la esperanza uno de los motivos que ayuden a reorientar la vida para alcanzar los designios del Creador.

Nochebuena y Navidad son dos momentos únicos que nos ayudan a entender cómo debemos vivir ante el ejemplo de la familia de Nazareth. La humildad conjugada con la fe y, fundamentalmente, con la esperanza representan el camino para alcanzar la realización humana que no es otra cosa que vivir bajo los designios de la corrección, con amor y paz.

Reza el dicho que "la esperanza es lo último que se pierde” o, siendo un poco más optimistas, que "no hay mal que dure cien años”. Ambas expresiones aplicadas a lo que actualmente estamos viviendo los argentinos, son dos frases cargadas de esperanzas que en vísperas de esta Navidad adquieren especial significación.

Sin duda que hay motivos para estar desalentados y preocupados, pero también es cierto que hay esperanzas de que trabajando arduamente, cada uno desde su lugar, se encontrará el camino de la recuperación para que el país salga adelante.

Se sabe que la tarea no es fácil y que llevará un gran esfuerzo, por todo el tiempo que se ha perdido, sin aprovechar bien los recursos y sin tomar las medidas correctas y necesarias en varios sentidos.

Pero como la Navidad es esperanza, es el momento de pensar y creer que la recuperación del país está próxima. No puede pasar mucho más tiempo sin que los dirigentes, que tienen en sus manos los destinos de la Nación, no encuentren la forma de revertir la situación. Hay que probar distintas recetas y ver cuál es la que más se adapta a la Argentina de hoy, y de esa forma se podrá destrabar un panorama que se presenta complicado.

La Navidad nos ayuda a serenar el pensamiento y aclarar las ideas. La esperanza de que todo irá mejor debe nacer del análisis de la situación hecho de una forma consciente y sin tomar ningún partidismo. Sólo así nos aproximaremos a la realidad de los hechos y estaremos en condiciones de ir recuperando la esperanza. Hay que confiar un poco más en lo que Dios nos ha dado, saber administrarlo y aprovecharlo en beneficio de todos. Sólo así lograremos que la gente sienta que tener esperanza no es en vano y que la paz y la prosperidad son posibles en nuestra Patria.