La tolerancia, el diálogo y el respeto a la pluralidad son los pilares principales de la convivencia democrática. De ellos, el diálogo es el que permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos. Es también responsable de la articulación que se establece entre la mayoría y las minorías, ya que en el proceso de toma de decisiones todos tienen el derecho de expresar sus puntos de vista para ser tomados en cuenta. De ese modo, el diálogo norma las relaciones entre los sectores de poder, o de toma de decisión, con la ciudadanía, de ahí la importancia que se dé fluidamente para garantizar el pleno ejercicio de la democracia.

Destacados politólogos sostienen que en un Estado de derecho democrático los ciudadanos tienen garantías que se vinculan directamente con el diálogo. Las libertades de conciencia, de expresión, de reunión, de asociación o el derecho de petición, por ejemplo, son conquistas que están en la base o suponen el ejercicio del diálogo.

El diálogo es, pues, un medio para canalizar racionalmente la pluralidad política y también una forma de producir decisiones políticamente significativas y consensuadas.

En una exhortación que oportunamente hizo la Iglesia vinculada a la necesidad de un diálogo de todos los sectores del país, se señalaron conceptos que en la actualidad tienen plena vigencia. En la ocasión se dijo que el diálogo debe ser asumido con responsabilidad, en base a un verdadero respeto por el otro. También se consignó que no debe ser considerado como un ejercicio circunstancial ni como un coloquio provechoso con hombres públicos, sino como la búsqueda del bien común de la sociedad política. Por eso la necesidad de que el diálogo sea abierto a todos los sectores, en una amplia mesa de consenso en la que los actores asistan con la predisposición de escuchar más que imponer sus ideas.

La Argentina necesita recuperar su vocación por el diálogo, con una convocatoria amplia que incluya a todos los sectores. Fomentar el diálogo es importante en una época como la actual, signada por profundos cambios en todos los ámbitos. Ante las tensiones generadas por la diversidad política, económica, social y cultural es necesario potenciar el diálogo para articular democráticamente las múltiples identidades existentes.

El llamado o la convocatoria a un diálogo franco que lleve a plantear todos los temas que son de interés y fundamentales para la Nación debe ser espontáneo y de manera urgente, mucho antes de que la contienda electoral se adueñe de espacios que deben estar reservados para que se analicen con mucha responsabilidad los auténticos problemas del país y las posibles soluciones, sin ningún tipo de bandería política u otros intereses que impiden llegar a alcanzar el objetivo propuesto.