El autotitulado Estado Islámico, o ISIS, por sus siglas en inglés, ha sufrido una aplastante derrota y fue expulsado de su último reducto en Siria, terminando con el fundamentalismo demencial de establecer un califato para luego avanzar sobre el "mundo infiel”, según sus mentores. La amenaza principal ha sido aplastada, pero muchos países se ven ante el reto de afrontar el regreso de los supervivientes sin que haya forma de detectarlos, procesarlos, detenerlos y rehabilitarlos, en caso de que sea posible.
Debe recordarse que en el último lustro más de 50.000 yihadistas procedentes de más de cien países viajaron a Siria, Irak y Libia para incorporarse al ejército islámico en una movilización sin precedentes, en particular desde Magreb, donde partieron casi 7.000 combatientes. Diezmado el ISIS, el retorno de los sobrevivientes a Marruecos, Túnez o Egipto, por ejemplo, supone una seria amenaza pero también para la Unión Europea donde hay naciones como Holanda y Suiza que se niegan a recibir a los activistas connacionales.
El Centro de Análisis Egmont, de Bruselas y la fundación alemana Konrad Adenauer, entre otras entidades que estudian la evolución de la amenaza terrorista, han manifestado sus preocupaciones en un estudio por las amenazas que implica la huida en masa de los yihadistas. Cada uno constituye un peligro potencial por el adoctrinamiento y el entrenamiento militar recibidos para manifestar el odio. En este éxodo silencioso pero contundente, hay centenares de mujeres y niños que estuvieron en la zona de insurgencia, lo que suma otro problema para la reinserción social.
Además, el retorno de los yidahistas magrebíes puede generar una inestabilidad regional con potencial impacto negativo en la seguridad europea. Los analistas observan que el riesgo de contagio se ve reforzado porque la mayoría de los combatientes extranjeros procedentes de Europa son de descendencia norafricana, lo cual refuerza los lazos de los círculos del ISIS a través del Mediterráneo. Este contagio ya se produjo en anteriores oleadas de combatientes y tiene relación con los ataques en Casablanca en 2003 y Madrid en 2004.
Ante semejante desafío político, jurídico y social ninguna solución aparece en la UE frente a la prioridad de la seguridad nacional, lo que equivaldría a mantener a los radicalizados lo más lejos posible del suelo europeo. Son personas con una temible red de contactos, que saben manejar armas y que en el mejor de los casos vuelven traumatizados de la guerra. Y, hasta ahora, no hay nada para la contención.