La pandemia de coronavirus prácticamente paralizó las actividades productivas en el mundo, alterando la vida de la humanidad, y esa paralización impactó en el comercio internacional con una crisis de logística que lleva a empresas y consumidores a enfrentar una escasez sin precedentes de productos de todo tipo, desde alimentos a combustibles, con mayor dureza en las naciones desarrolladas.
El cuello de botella es la logística debido a barcos portacontenedores que no pueden descargar en puertos congestionados, caso de Los Ángeles y Long Beach, en California, donde llegan los suministros a EEUU vía Pacífico, y deben hacer cola en aguas cercanas. Los atascos en las cadenas de comercialización pueden extenderse varios meses y esto incluye fechas claves como Navidad y Año Nuevo. La referencia norteamericana tiene un efecto multiplicador en el resto del mundo.
La preocupación no es tanto porque pueda faltar café, papel higiénico, o juguetes, sino elementos para procesos industriales como la escasez mundial de semiconductores que viene de antes de la pandemia. Los chips son fundamentales para el equipamiento de automóviles, la computación y los celulares, con gran demanda por la aplicación de la tecnología 5G. La falta de este componente ha paralizado líneas de automotrices y de electrodomésticos, por ejemplo.
En el contexto de la recuperación económica mundial de este año la logística impide la normalización de los mercados, mientras en varias regiones del planeta hay crisis energéticas y no pueden garantizar los suministros normales pactados hace más de un año. O, por el contrario, barcos abarrotados de electrónica y otros productos durables siguen anclados sin poder descargar.
En este contexto es difícil imaginar que los estadounidenses deban esperar para comprar un automóvil o una PC de última generación debido a plantas paralizadas por la espera de componentes asiáticos, pero la globalización puede ser más crítica en la industria argentina, que depende fuertemente de insumos importados. Y no sólo se trata de esperas sino de la suba de precios tanto por la crisis logística internacional como por factores internos, como alta inflación y restricciones a las importaciones para frenar la salida de dólares.
El aumento de consumo alimenticio durante la cuarentena y el parate en la producción hicieron que se agotaran las reservas en el planeta, y la normalización llevaría dos años, mientras se disparan los fletes con incidencia en las cadenas fabriles y de comercialización.