La falta de conciencia del valor de las cosas y la inclinación a hacer daño tan sólo por hacerlo lleva, cada vez más, a los delincuentes a cometer destrozos y desmanes en edificios de instituciones y entidades, ya sea de bien público u oficiales. La mayoría de las veces el botín que se consigue en esos lugares resulta exiguo pero el daño que se provoca es considerable, si evaluamos el beneficio que en esos sitios, generalmente, se proporciona a la comunidad. Sucede que en la naturaleza de los delincuentes está el hacer el mal por sobre todas las cosas, sin interesarles el origen, la procedencia o la pertenencia de los bienes que terminan robando o destruyendo. En su escala de valores no hay lugar para determinar qué es un bien público ni para establecer que cuando se lo daña, se afecta a toda la comunidad incluyendo a ellos mismos.
En las últimas semanas se han sucedido una serie de hechos delictivos que ponen en evidencia este tipo de comportamiento y que están generando una honda preocupación por la frecuencia y la gravedad de los daños registrados. También preocupa que la policía no esté dando con los malhechores, como en el caso de la capilla de Retamito, en Sarmiento, donde a más de dos semanas de su profanación todavía no se ha podido dar con los responsables.
Al robo de esa capilla, de gran valor histórico, se sucedieron otros hechos similares en la Biblioteca Cervantes de la zona de Médano de Oro; en la Escuela Rivadavia de la ciudad Capital; el SUM de Villa del Sur, en Chimbas y varios CIC departamentales. En cada uno de estos casos, los daños de elementos que son de utilidad para la tarea educativa y de formación provocan un gran perjuicio para la comunidad que se ve privada de materiales de gran necesidad.
Dentro de los daños a bienes del Estado, que en definitiva pertenecen a todos ya que para su adquisición y mantenimiento se requiere del aporte de los impuestos que paga la comunidad mediante diferentes modalidades, en los últimos días también hubo ataques a una autobomba de la división Bomberos de la Policía de San Juan y a un móvil policial que estaba cumpliendo con un operativo de vigilancia. Ambos hechos tuvieron lugar en Santa Lucía y terminaron con los vehículos oficiales dañados.
El ataque a las plazas también forma parte de este hábito destructor al que se tendrá que controlar y reprimir con mayor dureza.
