Estados Unidos y China han pactado una tregua en su guerra comercial, que amenazaba con arrastrar a toda la economía mundial. Fue el resultado de las conversaciones que tuvieron los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, en la reciente cumbre del G20 celebrada en la ciudad japonesa de Osaka. Ambos dispusieron restablecer las conversaciones económicas y comerciales interrumpidas en mayo último y no imponer nuevos aranceles a las importaciones chinas, en tanto el coloso asiático comprará más bienes agrícolas norteamericanos para equilibrar la balanza.
Se trata nada más que una pausa en un enfrentamiento extendido también al área tecnológica, que amenazaba con interrumpir las delicadas cadenas de suministro globales y había agravado las tensiones en las naciones desarrolladas, con un fuerte nerviosismo en los mercados globales. Pero ha quedado para tratarlo más adelante el caso Huawei, la mayor firma tecnológica china con gran penetración en Occidente, acusada por Trump de ser una dependencia militar encubierta, y por ello una amenaza a la seguridad de EEUU.
Sin embargo sacar a esta empresa de la lista negra de Washington no es una mera cortesía sino para evitar el quebranto de numerosas compañías tecnológicas estadounidenses que venden a Huawei más de 11.000 millones de dólares anuales en componentes y software que van en los productos chinos, a su vez más avanzados que los propios estadounidenses. Es un tema muy delicado y por ello las dos partes resolvieron dejarlo para el tramo final de las negociaciones bilaterales, aunque nada se conversó sobre la presión de EEUU a sus aliados para que rechacen a Huawei como socio en el desarrollo de sus redes de telefonía 5G.
El origen de la disputa es lo que Trump considera una balanza comercial excesivamente desequilibrada a favor de China que exporta 419.000 millones de dólares más a EEUU de lo que le compra, pero el nudo de la cuestión es que una ley china que obliga a sus empresas estatales a la transferencia forzosa de tecnología y violaciones de la propiedad intelectual. De allí que Trump sostenga que "tenemos problemas de seguridad nacional con esa compañía”, en alusión a Huawei.
Pekín entiende que exigir una reforma a su legislación es violar su soberanía y no cederá en absoluto en este punto. Pero sin modificar la ley de transferencia tecnológica al Ejército chino es difícil que Estados Unidos pueda exigir el cumplimiento de los cambios que reclama en la política comercial de la segunda potencia económica del mundo.
