Argentina asumió la presidencia temporal del Mercado Común del Sur (Mercosur) en momentos difíciles para el comercio internacional, replegado por la pandemia y los cambios políticos en el principal escenario económico, como la disputa estadounidense con los chinos, e incluso las diferencias entre países miembros. No obstante la Unión Europea busca avanzar en acuerdos preferenciales con otros bloques, caso del sudamericano, y la relación conciliadora de Alberto Fernández con Jair Bolsonaro, manifestada el miércoles último, arroja optimismo.

El multilateralismo viene complicado por la política proteccionista de Donald Trump de los últimos años y con Joe Biden se vislumbra un giro sustancial. En Bruselas se observan estos movimientos con atención mirando a la demorada asociación con el Mercosur. Los expertos de la Comisión Europea ven a China como el principal beneficiado si no se materializa pronto, a finales de 2021, tal como apuestan al vínculo comercial con el Mercosur.

También del otro lado del Atlántico coinciden en que, más allá del aspecto económico, se trata de un entendimiento geopolítico trascendente fruto de dos décadas de negociaciones volcadas a un documento de más de 7.000 páginas destinado a establecer la mayor zona de libre comercio que involucra a la UE y 780 millones de personas. De esta manera se liberaliza el 99% del comercio agrícola europeo, mientras que los países del Mercosur abren su mercado al 88% de los bienes agrarios comunitarios y a un 91% del total de sus exportaciones.

Con solo mirar estos números puede considerarse la magnitud de los intereses en juego y el rechazo de asociaciones de productores y empresarios de uno y otro lado, por supuestos perjuicios económicos debido a la competencia desequilibrada que argumentan. Pero también hay naciones europeas reacias a firmar por los atropellos ambientalistas brasileños y las posiciones políticas antidemocráticas, como la del gobierno argentino que optó por el silencio ante los últimos comicios fraudulentos en Venezuela, por ejemplo, mientras los otros socios estratégicos condenaron al régimen de Nicolás Maduro.

El multilateralismo no es fácil de concretar cuando hay tropiezos corporativos o ideológicos, muy sensibles en el proyecto Mercosur-UE, más si uno de los socios principales como nuestro país simpatiza o calla frente a flagrantes violaciones a los derechos humanos y a la sana convivencia republicana.