Próximos al inicio de la temporada de veranadas en la cordillera, expertos en temas ambientales han vuelto a coincidir en la necesidad de que esta práctica continúe prohibida, como ocurre desde hace tres temporadas, debido a la falta de precipitaciones pluviales y níveas. Los especialistas sostienen que no es aconsejable que el ganado de los crianceros chilenos consuma las escasas pasturas perennes existentes en los valles cordilleranos ya que son las que contribuyen con la recuperación y conservación de las laderas de los cerros, evitando su erosión en forma desmedida e imposibilitando la retención del agua cada vez que ocurren precipitaciones.

Históricamente el ingreso del ganado chileno se ha producido entre los últimos meses del año hasta marzo del siguiente, coincidiendo con la temporada estival que es cuando los pastizales pueden ser mejor aprovechados. De todas formas es necesario que las autoridades locales descarten cualquier posibilidad de autorizar las veranadas ya que como han señalado los ambientalistas el daño que se provoca es irreversible y atenta contra la biodiversidad en la alta montaña. Se debe comprender que por más que este servicio se pague en dólares, lo que resulta muy atractivo para algunos funcionarios, ese dinero no alcanza para revertir el daño que se provoca. En síntesis es un dinero que no es realmente aprovechable para realizar mejoras en los departamentos fronterizos, ya que como ha ocurrido en otros años constituye fondos que luego no se reinvierten en nada específico.

Hay que tener muy en cuenta que desde que comenzó a regir la prohibición del ingreso de ganado chileno a los valles cordilleranos de nuestra provincia en la temporada 2019-2020, se han registraron muchos casos de pastoreos clandestinos que, en este momento, no se pueden permitir bajo ningún concepto.

Ante esta situación es necesario que se dispongan mayores y más efectivos controles para evitar, como ha ocurrido en casos anteriores, el ingreso clandestino que tiene graves consecuencias ambientales y conservacionistas.

Si bien en el inicio de esta prohibición la causa principal fue la pandemia de covid-19, que determinó la imposibilidad de que los crianceros chilenos pasaran a territorio argentino para evitar la propagación del virus, las dos últimas temporadas el motivo fue la crisis hídrica que afecta a nuestra provincia y la necesidad que se impone de resguardar las pasturas de la zona cordillerana.

Las veranadas generan un impacto ambiental propio de una actividad que mueve miles de cabezas de ganado caprino, ovino y bovino, que avanzan sobre las pasturas autóctonas, y cientos de personas que generan todo tipo de deshechos propios de la presencia humana en cualquier lugar.

El canon que se ha estado pagando por el permiso correspondiente para pastar nunca ha alcanzado para cubrir el daño que se produce, lo que ahora es más fácil de advertir si evaluamos la necesidad que existe de preservar un recurso que es muy valioso como es la flora y la fauna autóctona de la alta cordillera.

Nada puede justificar que por recaudar un poco más de dinero se hipoteque el futuro permitiendo veranadas en un momento que no es aconsejable bajo ningún concepto.