La historia nos señala que el hombre, a través de los tiempos, viene luchando por la libertad y la justicia y en la sociedad organizada lo hace por la democracia y la dignidad humana, avasallada por las discriminaciones y la barbarie. También existieron innumerables hechos que permitieron que creciera el odio y muchos permanecieran en silencio frente al horror y el genocidio.
Por eso es necesario recordar hoy, con profundo respeto, la fecha instituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 2005, que declaró al 27 de enero como la conmemoración anual del mayor genocidio contemporáneo, perpetrado por el odio xenófobo del nazismo. Fue en este día, de 1945, en que se liberó el campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, símbolo de la persecución y el exterminio planificado por el nazismo.
Por un principio de convivencia en las sociedades que se definen como avanzadas y democráticas, se debe mantener vivo el recuerdo de lo que fueron aquellos tiempos del siglo pasado donde millones de personas se vieron arrastradas a la muerte colectiva en las cámaras de gas o, en el mejor de los casos, mediante el trabajo esclavo en instalaciones fabriles donde la vida y la muerte se mezclaban cotidianamente.
Por extensión, todas las formas de intolerancia deben comprometernos como una obligación moral y ética a actuar en todos los órdenes en favor de los derechos humanos, el don más preciado de la civilización. La experiencia del Holocausto, dolorosamente relatada por los testimonios de los supervivientes de la planificación del exterminio durante la II Guerra Mundial en nombre de una supuesta supremacía racial, nos convoca a todos.
Los seis millones de miembros de la colectividad judía que perecieron en el Holocausto debió ser un mensaje inequívoco para las nuevas generaciones a fin de impedir que se repita tamaña intolerancia. Pero siempre el hombre tropieza en la misma piedra, a diferencia de los seres irracionales y ya, en este siglo que transcurre, observamos un alarmante aumento del antisemitismo.
El resurgimiento de células neonazis, autoras de atentados contra cementerios e instituciones judías y el avance político de esa tendencia extrema, nos obliga a reflexionar en la necesidad de estar alerta sobre el riesgo de aceptar en la población pensante a quienes buscan alterar a favor de una ideología los sucesos más deleznables acaecidos durante el III Reich alemán. El fanatismo no puede tergiversar la historia y debemos estar atentos para impedirlo.
