En la noche de Reyes pueden pasar muchas cosas. Que algunos niños y grandes reciban el regalo deseado, por lo general costoso y de buena calidad, y por otro lado, que haya chicos a los que en esta noche nadie les acerque nada y se queden esperando esa cuota de felicidad que por distintas circunstancias se les está negando. En cada caso, con regalo o sin regalo, son los mayores los que deben activar el ingenio para que esta fecha no se convierta en un motivo más de diferenciación entre niños que deben recibir el mismo mensaje. No está en los juguetes, o en la calidad de éstos, la correcta interpretación que se debe dar a lo que los reyes significaron para el Niño Jesús. Al igual que el incienso, la mirra y el oro que los Reyes Magos llevaron hasta el establo de Belén, los juguetes, sin interesar su precio y calidad, deben ser el medio para homenajear a los niños, haciéndolos sentir parte de esta historia de humildad y reconocimiento. De ahí que numerosas organizaciones solidarias se hayan encargado en estos días de recolectar juguetes, nuevos y usados, para llevar a aquellos sectores de la comunidad más carecientes y hacer que esta noche no pase desapercibida, al menos con un pequeño obsequio, para cada niño pueda tener un momento de fe y esperanza.
Sin distinciones de ningún tipo, se deben seguir promoviendo estas creencias milenarias que contribuyen a que los niños incorporen valores vinculados a la humildad y el amor sin ostentaciones, dandole el verdadero valor a los regalos que reciben dentro de estas recordaciones ya sea Reyes, Navidad, el Día del Niño y otras fechas similares.
En una comunidad como la nuestra, en la que el predominio de la paz es un hecho destacable y muy valioso, hay que tratar que los chicos vivan su niñez de la mejor manera, en medio de estas tradiciones que, como ha quedado comprobado, forjan sus espíritus para que cuando sean grandes puedan ser hombres y mujeres de bien, de altos valores morales y con objetivos claros dirigidos hacia una vida plena en la que la familia es el centro del desarrollo personal.
Si hay algo que no se puede hacer, es que los mayores no se preocupen por las emociones de los niños, sin promover el amor que debe prevalecer en cada gesto o comportamiento. Con niños felices y esperanzados en un mundo mejor, se conseguirán los hombres íntegros capaces de generar una sociedad en la que todos puedan vivir mejor.
Preservar la inocencia y promover que los niños puedan disfrutar de una manera natural esa maravillosa edad son tareas esenciales que les corresponde a los mayores y a las familias. Además de la alimentación, el cuidado de la salud y la educación, el esparcimiento y las buenas condiciones para un desarrollo psicofísico y social, basadas en el juego y la diversión, son fundamentales para forjar en cada niño ese espíritu que prevalecerá en la adultez.
