Todos los asuntos humanos de algún modo terminan interactuando entre sí. Inclusive, los instrumentos de que disponemos para nuestra entera disposición, terminan ejerciendo influencia sobre nosotros. El filósofo Marshall McLuhan aseguraba que "modelamos nuestras herramientas y luego estas nos modelan a nosotros". Toda tecnología disruptiva primero se intercala furtivamente entre los hábitos humanos, antes de incorporarse a las costumbres. Así sucedió con la informática e internet, en sus inicios hobbys para pocos, hoy determinantes en cada actividad humana. Recientemente ha llegado a la disponibilidad general la inteligencia artificial (IA), mediante instrumentos informáticos libres y gratuitos como ChatGPT, entre otros. En un primer uso llega a asombrar y a desconcertar, en consideración de que no se trataba de algo que estuviese bajo expectativas inmediatas. Bajo una interfaz de texto, es posible preguntarle y como si fuera un chat responde con una solvencia verbal y argumental que sorprende. Emplea un lenguaje en consonancia con las usanzas corrientes, y funciona integrando miles de millones de datos que recopila de internet. Se le puede solicitar que escriba un mail, una biografía, un cuento, un discurso, lo que fuere, inclusive con la extensión y el estilo que se le indique. Se podría decir que el sistema "crea", pero no es así, en realidad está compilando información de manera masiva. El inconveniente serio que surge es que en la web existe toda clase y calidad de contenidos. Muchos de estos pueden ser bromas, errores o noticias falsas (fake news), pero sin embargo compendia a todos a un mismo nivel. Y en caso de que no halle una información necesaria, a menudo la "deduce", es decir, la inventa. Esto llega a resultar pintoresco y hasta gracioso, pero no en el caso de que no se conozca la verdad. El especialista en Comunicación Gerhard Maletzke dejaba en claro que la persona "es particularmente influenciable cuando se halla poco informada, o cuando se halla en situaciones confusas". Es decir, si nos presenta un hecho sobre el que no teníamos antecedentes, podríamos ingresar en una resbalosa cornisa de equívocos. La inteligencia artificial ya ha dado pruebas de esto en su versión gráfica. En estos días se divulgaron fotos, por ejemplo, del papa Francisco con distintas vestimentas y del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siendo arrestado. Todas estas imágenes eran tan falsas como realistas e impactantes. Tuvieron notable repercusión en redes porque parecían inequívocamente reales. Fueron generadas por IA, y medios de comunicación se vieron en la necesidad de advertirlo. Todo esto presenta un desafío informativo y educativo: orientar sobre cómo usar y protegerse de esta herramienta revolucionaria y de tanta potencialidad, pero con la que ciertamente podríamos ser inducidos a desaciertos de consecuencias impredecibles. No obstante será provechoso, porque los humanos podremos consolidarnos en lo que nos es privativo: interpretar críticamente.