El transcurso del último trimestre del año parece confirmar los pronósticos cautelosos del crecimiento económico mundial, un enfriamiento que es más pronunciado en los mercados emergentes y en desarrollo, en particular Brasil, China, India, México y Rusia, aunque la situación se agrava por la repercusión en naciones con crisis económicas propias y tensiones macroeconómicas y financieras, como es el caso de la Argentina.
Pero, según los analistas, el problema global está localizado en sectores que históricamente han sido actores del crecimiento, como son la industria manufacturera y en particular la automotriz, que se han contraído en los dos últimos años a niveles similares a los registrados en la última crisis financiera mundial. Las automotrices son un parámetro de referencia para marcar el ritmo económico y la desaceleración de la actividad preocupa a los observadores.
Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicado la semana pasada fija su atención en esta contracción y señala al automóvil como un buen ejemplo de los riesgos económicos que acechan por igual a todas las economía del mundo. Lo califica como el termómetro de la actividad, desde la fabricación y venta de vehículos hasta las exportaciones y cantidad de patentamientos y pasajeros transportados, que involucran a todo un desarrollo vinculado al crecimiento.
Desde principios de siglo, cuando la fabricación de automotores llegaba a los 60 millones de unidades, el crecimiento fue sostenido hasta 2017 con casi 95 millones de unidades y desde entonces cayó en forma sostenida. El FMI atribuye el retroceso al fin de las rebajas impositivas en China para favorecer a la clase media y las rigurosas normas impuestas en Europa a las emisiones contaminantes, caso de los motores diesel.
El negocio del automóvil está atado a la política mundial y sobre él caen las guerras arancelarias y el Brexit, en el plano internacional, pero también las cuestiones impositivas. Por ello los 14 fabricantes mundiales tienen problemas de comercialización por sobre stock y un futuro incierto que preocupa al Fondo. La motorización eléctrica sigue estancada por los altos precios de las unidades y es un freno para la gran inversión que se esperaba para reemplazar el motor de combustión interna por energía verde.
Por ahora las políticas deberían apuntar a disipar las tensiones comerciales, reimpulsar la cooperación multilateral y brindar respaldo a otros sectores que puedan traccionar a la economía mundial.
