La Argentina se encuentra en emergencia forestal desde hace varios años, de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que nos ubica entre los 10 países que más desmontaron el bosque nativo en las últimas décadas por el avance de la frontera agropecuaria, particularmente para proyectos ganaderos y de soja transgénica, a lo que se sumaron los incendios. Ya en 2014 el Panel Intergubernamental de Cambio Climático había advertido que aquí se produce el 4,3% de la deforestación mundial.

Por su parte la organización ambientalista Greenpeace, en su informe anual de deforestación, publicado en enero del año pasado, reveló que durante 2019 se talaron otras 80.938 hectáreas de bosques naturales debido a los desmontes en Santiago del Estero, Salta y Chaco. En este relevamiento de la entidad había expectativa por lo ocurrido en 2020, teniendo en cuenta que la pandemia frenó muchas actividades nocivas para los ecosistemas y consecuentemente reflejadas de manera positiva en el medioambiente.

Sin embargo la crisis sanitaria global sólo produjo un paréntesis en la depredación forestal, según una nueva denuncia de los ambientalistas contra el gobierno de Salta que busca habilitar en un mes más hectáreas de las que se deforestaron el año pasado para lo cual ha convocado a audiencias públicas de manera de legitimar este nuevo atropello a la flora autóctona. Son siete áreas con 28.311 ha para desmonte solicitadas por empresas agropecuarias que, de ser autorizadas, van a talar más bosques de los que se eliminaron el año pasado.

El Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos es una norma vencida desde 2014 y para continuar con la deforestación las autoridades provinciales convocan a audiencias públicas que no garantizan la participación ciudadana, en particular de las comunidades afectadas debido a las restricciones sanitarias. Todo se limita a los funcionarios del área y a los representantes de los poderosos grupos empresarios, algunos extranjeros.

La destrucción del bosque nativo aumenta los riesgos sanitarios con enfermedades como el dengue y leishmaniasis al romperse el equilibrio de la naturaleza entre patógenos y las personas, promoviendo el brote de enfermedades. Con la actual deforestación se prepara un escenario de futuras pandemias de origen zoonótico, señalan los ambientalistas, a la vez de condenar las decisiones ilegales e irresponsables de las autoridades que permiten un daño irreparable al planeta.