La situación generada por el gran movimiento poblacional que representan los cientos de refugiados, solicitantes de asilo e inmigrantes de países africanos que cada año intentan ingresar a Europa, se está tornando muy crítica en la medida que cada vez son más las naciones que no están dispuestas a recibirlos, debido a los problemas que este fenómeno suscita en el seno de cada país. Ya se ha dejado aclarado debidamente que si la situación de los países de África no mejora mediante el apoyo económico y político que deberían ofrecer las naciones más desarrolladas, seguirá creciendo el número de gente deseosa de salir de sus países de origen en busca de mejores condiciones de vida, que incluyan la posibilidad de desarrollarse económicamente y vivir en paz.
En lo que va de este año suman unas 115.000 las personas, entre adultos y niños, que se lanzaron a la aventura de cruzar el Mediterráneo en precarias balsas, con el objeto de cumplir el anhelo de llegar a un nuevo país para vivir mejor, dejando atrás naciones convulsionadas por guerras o por otros tipos de problemas sociales y de falta de alimentos.
La mayoría de los países europeos, después de un período de apertura y apoyo a las corriente migratorias, ha comenzado a endurecer sus posiciones y a implementar medidas para evitar que nuevas balsas o pequeños barcos sigan llegando hasta las costas de sus países. Una de las principales opositoras a estos movimientos poblacionales es la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, que fue elegida con la promesa de un bloqueo naval total para evitar que continuara la llegada de inmigrantes. Esta funcionaria, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se comprometieron con una ayuda de 2.000 millones de dólares para Túnez, conociendo que de ese país es la principal plataforma de lanzamiento de africanos que quieren pasar a Europa. La ayuda está condicionada a que el presidente de ese país, Kais Saied, detenga los barcos que salen de Túnez, evitando que lleguen hasta las costas europeas.
En los demás países, el tema se está tornando cada vez más polémico ya que se ha planteado una extraña situación al darse el caso de que hay estados que ven con buenos ojos la inmigración para contar con mano de obra necesaria para determinados trabajos. Pero también están aquellos que se oponen totalmente a esta posibilidad y prefieren que no se contrate la mano de obra de países africanos hasta tanto no se corrobore el estado sanitario y de higiene de los inmigrantes ante el temor de que sean agentes de transmisión de enfermedades virósicas peligrosas.
Ha llegado la hora de aunar criterios para que las naciones se pongan de acuerdo de qué manera se va a actuar para evitar que nuevos migrantes sigan llegando. Hasta ahora la posibilidad de apoyar políticamente y económicamente a los países africanos surge como una alternativa loable de evitar que el fenómeno migratorio continúe creciendo. En tanto, también hay que apoyar los grandes grupos que ya están en Europa y otras partes del mundo, en condiciones que no son las más decorosas, por lo que requieren de urgente apoyo en todo sentido.