Lo que parecía un peligro para las futuras generaciones como consecuencia del cambio climático, se adelantó de manera dramática y los riesgos están ahora en el ambiente, aunque no incluyan bruscas alteraciones atmosféricas u otras variantes del calentamiento global. Las amenazas a la salud están presentes a toda hora y en todo lugar porque es el aire contaminado que respiramos a diario el que se convirtió en enemigo.

Según los estudios científicos, vale aclarar que la contaminación que nos rodea tal vez no mate pero sí provoca los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares y respiratorias, como se ha informado, pero también incide sobre la diabetes y el alzhéimer. Para decirlo de otra manera, la mortalidad es el pico de la pirámide pero los síntomas son la base que los investigadores acaban de confirmar: daños al esqueleto por efecto de la mala calidad del aire que respiramos.

Es que sin darnos cuenta estamos expuestos a las partículas contaminantes (PM2,5) de la atmósfera afectando a nuestra masa ósea, a su contenido mineral y a la vitamina D, lo que acentúa el riesgo de padecer osteoporosis, una disminución de la densidad de los huesos que se vuelven más porosos y por ello más vulnerable ante las fracturas. Las personas mayores son las más afectadas por la contaminación nociva por estos elementos químicos que no miden más de 2,5 micras y son producidas por el tránsito automotor.

Si hubiese una forma de atenuar el aire enrarecido por la contaminación, el primer paso sería disminuir la densidad del tránsito en general, o buscar vehículos menos contaminantes, aseguran los especialistas. Pero esto es la parte sobresaliente de un contexto de polución que incluye al tráfico aéreo, a las matrices energéticas fabriles y de servicios, clave para frenar los peligrosos índices del calentamiento global.

Si bien la contaminación atmosférica del planeta es total, hay lugares donde los hábitos acentúan las enfermedades como ocurre en la India, donde las mujeres están mucho más afectadas por la contaminación en el interior de las viviendas como consecuencia de las tareas domésticas debido a que las cocinas se alimentan con carbón. En Occidente no ocurre esto porque hace muchas décadas que la electricidad y el gas se usan masivamente en los hogares.

Sin embargo nadie está a salvo de la contaminación ya que en las naciones desarrolladas o emergentes es el plástico y su fácil dispersión una seria amenaza para la salud. Y los seguimos utilizando.