En marzo de 2018, hace casi dos años, la DEA el organismo antidroga del Gobierno norteamericano, advirtió que Chile había dejado de ser un mero destino final para las drogas, porque la manufactura de cocaína y alucinógenos sintéticos ya formaba parte de su floreciente negocio local e internacional. A esta advertencia le siguieron otros informes como el de la Unidad de Inteligencia Financiera que observaba al narcotráfico como el principal generador de activos ilícitos en el país vecino, en tanto los cárteles aprovechan los tratados de libre comercio y la buena reputación chilena en los mercados internacionales para no despertar sospechas en el tráfico internacional.
Ahora es la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, una dependencia de las Naciones Unidas, la que ubica a Chile junto a Colombia y Brasil como el origen de la droga introducida en Europa. Concretamente indica que el tráfico, en particular de clorhidrato de cocaína por vía marítima que parte desde los puertos chilenos, ha seguido aumentando de acuerdo al informe relacionado con la situación del narcotráfico a nivel mundial, publicado en Viena el jueves último.
A diferencia de lo que sería una sorpresa en la opinión pública en general, para la ONU es todo lo contrario ya que el documento recuerda las grandes incautaciones que hubo en 2018 en Colombia (414,5 toneladas de cocaína en polvo); Venezuela 35,5); Perú (19,5); Bolivia 18,1) y Chile con 3,7 toneladas. Desde Colombia sale la pasta base de coca para transformarla fuera de ese país, principalmente por mar, utilizando lanchas rápidas, embarcaciones sumergibles, tripuladas y autónomas y boyas equipadas con localizadores satelitales.
Para la ONU está claro que el narcotráfico y la violencia promueven la corrupción y el blanqueo de capitales, hechos que afectan negativamente a la gobernabilidad y a la institucionalidad, tendiendo a generar una mayor exclusión social. Y observa que el narcotráfico, junto al fácil acceso a las armas de fuego, es una seria amenaza para la estabilidad de América del Sur, en alusión a los desbordes sociales y la caída de la calidad de vida. En el balance se recuerda que los asesinatos con armas de fuego en nuestra región son mucho más frecuentes que en otras partes del mundo.
La cordillera es permeable en el delito y San Juan debe estar muy atento ante la evolución de esta lacra social en suelo trasandino.
