El festejo del UPD (Último Primer Día), tradicional celebración con la que los alumnos que están a punto de egresar del nivel secundario inician el cursado de su último año, se convirtió en el último hecho de descontrol más grande de la provincia, al haber dado lugar a varias fiestas que se realizaron en distintos ámbitos, con el común denominador de que los chicos se manejaron solos y sin ningún tipo de supervisión por parte de personas adultas. Situaciones como estas se han generalizado, de un tiempo a esta parte en San Juan, con casos de transgresiones a las normas de convivencia social por parte de jóvenes y adolescentes acostumbrados a actuar con pocas restricciones y sin mayores controles.

El problema más común al que se enfrentan estos chicos es el exceso en el consumo de bebidas alcohólicas, lo que deriva luego en riñas y peleas, accidentes de tránsito y patologías propias a consecuencia de la ingesta de alcohol que, en ocasiones, terminan con internaciones hospitalarias.

Durante el año pasado y en lo que va del presente suman varias decenas de acontecimientos en los que chicos de muy corta edad fueron sorprendidos en fiestas clandestinas, consumiendo alcohol en grandes cantidades, lo mismo que estupefacientes y otros tipos de drogas ilícitas. Estos excesos fueron causantes de varias muertes y gran cantidad de jóvenes internados por diversos motivos. 

Lo acontecido con el UPD de hace un par de semanas tuvo las mismas características de las fiestas clandestinas que se han venido realizando últimamente, con el interrogante de conocer si los padres de estos chicos conocían la situación. La mayoría de las fiestas se realizaron en quintas ubicadas en departamentos como Pocito y Rawson, por lo que para su organización tiene que haber sido necesario contar con recursos suficientes para pagar el alquiler del lugar de la reunión, contratar música y comprar la abundante bebida alcohólica que fue incautada en cada caso. Los chicos de no haber contado con el apoyo de sus padres -por no decir complicidad- difícilmente podrían haber organizado estos festejos sin que ellos lo supieran, como muchos lo manifestaron al ser convocados por la policía.

El desconocimiento de los lugares de reuniones de los hijos y las actividades que en esos sitios realizan es absoluta competencia de los padres que deben estar debidamente enterados de su accionar.

Si bien es cierto que son épocas difíciles para ejercer control o tener conocimiento de cada uno de los movimientos de los hijos, no hay que olvidar que mientras los chicos son adolescentes y están en los primeros años de la juventud, dependiendo de los padres ya sea para estudiar o por pertenecer todavía al núcleo familiar, es deber de los padres inmiscuirse en las actividades de los hijos ya que cualquier exceso o descontrol es de su responsabilidad.

Los organismos de control y de asistencia pueden intentar poner orden, pero son los padres los que deben inculcar las normas de comportamiento.