El trabajo genuino tiene implícito una serie de valores éticos que en su cumplimiento se garantiza la dignificación de quienes forman parte de la fuerza laboral con la que cuenta el país. Algunos de estos valores son el respeto, la honestidad, la integridad, la disciplina y la lealtad con que las personas realizan sus labores en los distintos tipos de empresas públicas o privadas, contribuyendo con la productividad en las distintas áreas y sectores de la economía. Con el trabajo sistemático y bien orientado se logra mejorar la sociedad y se aporta dignidad a las personas, con tareas remuneradas acorde a la responsabilidad y eficiencia.
Pero hay otros sentimientos que contribuyen con la dignificación del trabajo, que no llegan a ser valores pero que inciden para que el trabajo alcance un status superior. Hablamos de la esperanza, la fraternidad y la concordia, imprescindibles para que la cultura del trabajo pueda ser recuperada en todos los niveles de la sociedad, como un factor determinante para el desarrollo de la nación.
A la esperanza se la vincula directamente con el liderazgo emergente que impulsa el compromiso de los trabajadores. Se dice que uno de los elementos principales del liderazgo es la inspiración de infundir el sentido de esperanza que proporciona el trabajo en cualquiera de sus modalidades. La necesidad de despertar la esperanza en la comunidad, a partir de la posibilidad de trabajar, promueve el espíritu de superación.
La fraternidad representa la competencia de toda organización laboral de alcanzar competitividad, integración, clima laboral y desarrollo. Cuando las empresas o los diferentes ámbitos laborales generan este espacio se desarrollan otros aspectos muy importantes como el compromiso con el trabajo, con los compañeros y en la organización a la que se pertenece.
Por su parte la concordia es lo que hace posible los acuerdos o la armonía entre personas y cosas, haciendo que el trabajo sea menos tedioso y se concrete como si se hiciera entre amigos, aprovechando todo el potencial de esa relación.
Todos estos sentimientos, entrelazados entre sí, son los que le dan sustento al trabajo genuino, ese que privilegia el resultado de una tarea al esfuerzo y que tiene en el mérito el sustento de la superación. Es el trabajo que le está haciendo falta al país en términos generales, ya que no se puede desconocer que hay algunos sectores de la producción que desarrollan una loable tarea de manera eficiente.
La recordación del Día del Trabajo es propicia para hacer ver la necesidad de que el país debe recuperar la cultura del trabajo, facilitando y promoviendo, por un lado, el desarrollo de las fuentes de trabajo con políticas de promoción de empleo y creando, por otro lado, conciencia en la gente y, especialmente, en las nuevas generaciones sobre la necesidad de una buena formación y capacitación para poder integrar la fuerza laboral.
