La Primera Jornada Mundial de los Pobres, el domingo último, fue el ámbito apropiado para que el papa Francisco llamara a todos los católicos a ayudar a los más necesitados en una forma práctica y concreta. Dijo que se deben dejar de lado los discursos o las palabras, para dar paso a las acciones, e invitó a toda la Iglesia y todos los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad.
Según Francisco, la ayuda de los que más tienen para quienes más lo necesitan debe concretarse a través de cualquier acción de solidaridad, estimulando a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche. En ese sentido hay que tener en cuenta que todos los sectores vinculados a la producción de bienes, especialmente las grandes firmas, cuentan en algún momento con sobrestock que debería ser destinado a asistir a los pobres. Los alimentos son los primeros que aparecen en la lista por su caducidad, pero también hay ropa, calzado y otros objetos de primera necesidad, que al no ser comercializados en un período determinado, pueden llegar a los sectores sociales que más lo necesitan. La redistribución de alimentos sobrantes de grandes eventos o los roperos comunitarios son también una forma de llegar con lo que sobra a la gente careciente.
De la misma forma, desde los ámbitos oficiales deben optimizarse el funcionamiento de los hogares de día o albergues transitorios para asistir a los pobres en condición de calle que no tienen un lugar donde pernoctar o donde asearse. Pero, cumpliendo con lo que pregona el Papa, son los privados los que tienen que contribuir para el funcionamiento de esos sitios.
La asistencia a los sin techo o de los refugiados también es una forma de ayudar a los pobres de este mundo, que en ocasiones se muestra poco equitativo a la hora de distribuir los recursos que, en definitiva, ha dado Dios a toda la humanidad.
Es evidente que hay muchas formas de ser solidarios con los pobres y que lo que ha hecho el papa Francisco es un llamado a la reflexión en contra de la indiferencia que en ocasiones nos invade. La convocatoria es amplia y está dirigida a todos los sectores, desde personas pudientes hasta quienes hacen del voluntariado o del servicio al prójimo un estilo de vida.
Cada uno debe aportar del lugar en el que se encuentra, con el convencimiento de que siendo solidario de corazón contribuye a que vivamos en un mundo cada vez mejor.
