Se conoce a la perfección todos los problemas sociales y económicos por los que atraviesa la comunidad wichi en el Norte del país, pero al parecer esto no ha sido suficiente para evitar que siete niños de esa cultura aborigen, radicados en la provincia de Salta, perdieran la vida en estas últimas semanas a consecuencia de graves cuadros de desnutrición. Otro aspecto que preocupa es que, además, hay otros siete chicos en grave estado, por el mismo problema, que si no son asistidos a la brevedad corren serio riesgo de pasar a engrosar la lista de fallecimientos, algo que resulta inadmisible en momentos que la ayuda social está orientada a solucionar los problemas de extremas necesidades alimentarias.

Como si se tratara de una burla del destino, en momentos que el Gobierno nacional está implementando distintas medidas para tratar de asistir a los sectores más carecientes de la sociedad, surgen estas muertes que pudieron evitarse con haber hecho llegar una ayuda a tiempo, antes de implementar tecnicismos que demoran la asistencia.

Se sabe que la comunidad wichi está dispersa en varias provincias del Norte argentino y que sus integrantes tienen un estilo de vida que difiere con el de las demás personas, con costumbres propias relacionadas con la alimentación, la higiene y el modo de encarar la vida. 

Autoridades provinciales y municipales de las jurisdicciones que ocupa actualmente la comunidad wichi, a través de sus respectivas áreas de acción social, disponen suficientes antecedentes referidos a los problemas que hacen que este pueblo originario padezca una situación preocupante. Nadie ha hecho nada por ayudarlos a superar las dificultades que tienen con la sequía; la falta de alimentos; los particulares hábitos alimentarios; la carencia de viviendas con servicios mínimos de agua potable, cloacas y energía eléctrica y la falta de servicios médicos sanitarios, que aseguren una atención eficiente e inmediata de los problemas de salud. Tampoco se está haciendo nada para impedir las continuas inundaciones por las crecidas del río Pilcomayo, que se desborda por los grandes desmontes, que dejan incomunicadas a varias poblaciones.

Es evidente que la asistencia social no ha llegado a esta comunidad, y que lo poco que se ha distribuido a través de ayuda directa con mercadería o, mediante las absurdas -para este caso- tarjetas alimentarias, no ha sido suficiente para prevenir un problema que se veía venir desde hace tiempo.

Ahora, lo importante es actuar de inmediato en la zona para evitar nuevos casos de muerte por desnutrición e implementar a nivel nacional una alerta para detectar con anticipación posibles nuevos casos, antes que sea tarde.