Dentro de lo que impone el sentido común, las elecciones deben ser un momento propicio para iniciar un examen de conciencia colectivo en el que se tienen que proponer como sociedad metas cada vez más exigentes, que nos estimulen a crecer en la cultura del diálogo y el encuentro. Esto es lo que, al menos, debería propiciarse cada vez que se convoca a elecciones generales dentro del ejercicio democrático que posibilita poner en práctica las libertades políticas y civiles y el fin principal de toda acción que es generar el bien común.

En una nota publicada oportunamente por este diario, en medio del proceso eleccionario, se transcribían algunos conceptos básicos sobre lo que debían ser las elecciones en base a un documento de la Conferencia Episcopal Argentina titulado ‘Las elecciones, exigencia de compromiso ciudadano”. Ese documento con el agregado de una frase del Papa Francisco que hace referencia a la necesidad de contar con ‘ciudadanos responsables en el seno de un pueblo”, adquiere plena vigencia en esta última instancia de las elecciones generales 2023, en relación al auténtico sentido de este acto propio de la vida democrática de la nación.

El señalado documento episcopal sostiene que las elecciones periódicas y la alternancia en el ejercicio de las funciones de gobierno son elementos normales y al mismo tiempo indispensables de la vida republicana. Como tales, no habrían de encender violencias o generar enfrentamientos irreductibles. También deberían ser una oportunidad para fortalecer un mayor compromiso de todos los ciudadanos con lo público.

Por otra parte indica que el proceso electoral es una preciosa oportunidad para un debate cívico acerca del presente y del futuro que deseamos para la Argentina. Es necesario crecer en madurez para que un cambio de autoridades no signifique una crisis sino una alternativa normal de la vida democrática. 

En su momento, a través del documento, se invitaba a los candidatos a ofrecer sus propuestas sin incurrir en agresiones. Tratándose con respeto y cordialidad de tal manera que puedan continuar dialogando y trabajando juntos para el bien común, al día siguientes de la elección. 

Otro principio enunciado es que resulta imprescindible asegurar la independencia del Poder Judicial y la plena vigencia de la división de poderes republicanos en el seno de la democracia. También afirmar y reconocer que hay una diferencia sustantiva entre el Estado y el Gobierno, y tanto más entre Estado, los partidos políticos y las personas.

Las elecciones también deben propender a que alcancemos un adecuado nivel de madurez cívica, donde en temas importantes y permanentes sea posible acordar entre los distintos partidos y sectores sociales políticas de Estado que se desarrollen más allá de los cambios de gobierno. En este marco se señala finalmente que hay objetivos que deberían ser compartidos por todos como: la superación de la marginación y la pobreza extrema; la desnutrición infantil; la generación de fuentes de trabajo; el respeto de los derechos humanos y la defensa de la vida; el fortalecimiento de una educación inclusiva y de calidad; la lucha contra el narcotráfico y la trata de personas; la disminución de la inflación que impide el crecimiento y erosiona gravemente los ingresos de los más pobres; la transparencia de la administración pública y la lucha contra toda forma de corrupción.