Es una medida que se tendría que haber tomado antes, pero se dejó pasar el tiempo y ahora es implementada como último recurso ante la imposibilidad económica y financiera que tiene el Estado de seguir incorporando personal dentro de la administración pública. El congelamiento de nuevos nombramientos y contrataciones en el Estado nacional, dispuesto recientemente ante cuentas que no cierran en medio de un proceso de alcanzar un equilibrio fiscal dentro de una economía en estado crítico, no es otra cosa que un acción necesaria, que sin no se aplica con toda rigurosidad no alcanzará el resultado esperado, como ya ha quedado demostrado en otras oportunidades en que se intentaron medidas similares como el congelamiento de vacantes o la emergencia económica que impedía nombrar nuevos agentes en planta permanente.
Desde hace años se viene señalando que el Estado ha ido creciendo de manera descontrolada y que el empleo público era un recurso al que se acudía como prebenda, o para ganar favores ante los periódicos actos eleccionarios. Por décadas, la administración pública ha sido receptora de ciento de miles de empleados que han dado lugar a un Estado sobredimensionado, burócrata e ineficiente. Actualmente se estima que en la Argentina solamente la administración pública nacional tiene casi medio millón de empleados, un número en constante crecimiento. En relación al total de empleados públicos de todo el país, incluyendo los de las provincias, el CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) tiene contabilizados casi 4 millones, es decir el 20% del total de trabajadores que hay en la Argentina. Una cifra exagerada en proporciones que difícilmente se encuentre en otros países donde el gasto público está más acotado a las necesidades de la población.
De la misma forma que con el empleo público, el país debe salir en forma urgente a controlar otros gastos considerados, en la mayoría de los casos, como superfluos. La necesidad de un equilibrio fiscal no es nueva. Se lo viene señalando como una de las principales causas de la inflación y de otras distorsiones económicas, pero ningún gobierno, de un tiempo a esta parte, ha avanzado en tratar de alcanzar una regulación conforme a los ingresos que se disponen. Por otra parte, este Estado sobredimensionado se ha convertido en una máquina que, a través de tramites complejos e innecesarios, impide día a día el desarrollo de las distintas actividades.
Deberá el Gobierno mostrarse firme en esta decisión de congelar vacantes, sin dejarse doblegar por los gremios o por cualquier otro sector interesados en conservar derechos y privilegios.
