En su afán por definir a su favor la guerra planteada contra Ucrania, Rusia ha cometido una de las peores acciones que una nación puede llegar a concretar. La destrucción de la represa de Nova Kajovka, en territorio ucraniano ocupado por Rusia, es un hecho que está fuera de todo el lineamiento ético que debe prevalecer aún durante un conflicto bélico-militar. No solo ha atentado contra un recurso que es básico para la vida de varias comunidades, sino que no le ha interesado provocar un daño ecológico sin precedentes en la zona, que llevará años o, más bien, numerosas décadas, revertirlo en un intento que, posiblemente, nunca se logre en su totalidad.

Si bien en un principio -como ha ocurrido durante toda la guerra- Rusia ha intentado confundir sobre la autoría del atentado, finalmente se han conocido los motivos que han llevado a la destrucción de la represa. Uno de los más fuertes es el de evitar un ataque anfibio de Ucrania a través del delta del Daniéper. El hecho de haber volado la presa hidroeléctrica ha hecho que el cauce sea mucho más ancho y por lo tanto sea más complicado para cruzarlo en caso de una ofensiva ucraniana. Las razones militares de Rusia son muchas para justificar este accionar, pero lo más grave es que no ha tenido en lo más mínimo en cuenta que nunca en la historia de las guerras libradas en Europa, ni en ninguna otra parte del mundo, se han cometido atentados como el que se acaba de presenciar. En grandes conflictos bélicos se han respetado construcciones históricas, monumentos, edificios, centrales nucleares e hidroeléctricas, dejándolas fuera de toda posibilidad de destrucción total. Pero en esta ocasión el objetivo ha sido cuidadosamente elegido y dañado con el objeto de obtener una ventaja militar que ahora es mal vista en todo el mundo. 

Así como desde el inicio del conflicto bélico se han cometido numerosos crímenes de guerra y atropellos diversos, ahora se ha ido contra una represa que, por un lado representa el esfuerzo y sacrificio del pueblo ucraniano por contar con infraestructura de gran utilidad para su desarrollo como nación, y por otro lado, un recurso que al haber sido destruido tendrá un fuerte impacto en el medio ambiente en una amplia zona que será difícil recuperar, dejando postergada a una región que se destacaba por su productividad en beneficio de toda Europa. 

Por este hecho de vandalismo histórico, Rusia merece la mayor de las condenas por parte de la comunidad internacional y de todos los organismos multilaterales y regionales que ven a este atentado como un símbolo de la despiadada acción que Rusia lleva adelante durante esta guerra.