Se podría decir que su cuota de maternidad -si es que existiera esa medida para calcular el amor, la dedicación, la atención y una serie de cuidados desde mínimos a máximos, volcadas hacia otra persona que “depende” de una, en este caso un hijo- la tienen más que cubierta y satisfecha. Algunas son mamás biológicas, también las hay adoptivas y en muchos casos son abuelas (aunque bien vale aclarar que en el grupo además hay muchas participantes que no piensan en un embarazo ni en asumir la responsabilidad de tener un hijo y que también en algún momento ha habido integrantes varones). Sin embargo, eligieron ser ‘mamis de a ratitos” de niños que de otros modos no hubiesen llegado a sus vidas. Son las ‘mamás cunitas” como le pusieron al grupo de WhatsApp que mantiene comunicadas y organizadas a las voluntarias de Casa Cuna, la entidad que nació en 1964 para dar una solución de cobijo y gestos de amor para todos esos pequeñitos desde recién nacidos hasta los 5 años que por decisión judicial son separados de sus familias de origen. Esto es lo que reflejan las historias de Nora Alvarado y Miriam Sánchez, apenas dos ejemplos, de una veintena de personas que optó por esta forma de seguir dando amor.

Jugar, cantarles, leerles un cuento, estimular sus primeros pasos como sus primeras palabras y hacerlos reír, podrían ser las tareas más atractivas de su rol, pero no siempre la rutina se circunscribe a acciones ‘color de rosa”. Muchas veces, como pasa en la vida de toda familia, hay situaciones bastante más complicadas ‘a las que ponerle el cuerpo”, tal como dice sin dudarlo Laura Chiappero, la coordinadora del grupo de voluntarias, todas mujeres de diferentes edades, estados civiles y oficios, pero todas ellas enfocadas en dar lo mejor de sí para estos chiquitos. Esto incluye desde sencillamente calmarles el llanto por un berrinche hasta bañarlos, darles la mamadera o de comer en la boca, hacerlos dormir, inclusive acompañarlos como responsables a los controles médicos, la colocación de vacunas, rutinas con kinesiólogos y otros especialistas; ser su sostén cuando por enfermedades los internan, lo que implica una puntillosa organización de las voluntarias para no dejar solito a este pequeñito ni un minuto, durante las 24 horas y hasta que reciba el alta médica. Sin lugar a dudas, por todo esto, no hay diferencias prácticamente con una mamá real.

Según detalla Liliana Moreno, quien preside la Comisión Directiva de la entidad, Casa Cuna nació en el ámbito del Club de Leones, por la iniciativa de Anita Gualino de Estornell -la primera presidenta- con un grupo de señoras entre las que hacían trabajo solidario. ‘Con la firma de un convenio con el doctor Valois Martínez, que estaba en la Secretaría de Salud de la provincia, se concretó la idea hace 64 años, el 11 de julio de 1960”, recuerda con cariño. Con los años, la entidad se consolidó y tomó riendas propias con su Comisión Directiva, formada por mujeres que en su historial se destacaban por organizar desde el Té del Escarpín -con la excusa de compartir una paqueta merienda se juntaban a tejer ropita de abrigo para los niños- hasta Casa Foa en San Juan para conseguir fondos. Aunque está vinculada ediliciamente al Hospital Rawson -por ese mismo instrumento legal se les donó una parte del terreno en el predio y allí construyeron su lugar con habitaciones, baños y otras dependencias como el salón de reuniones que inauguraron este 2024- y a la Justicia de Menores -ya que son quienes derivan a los niños que van a permanecer allí hasta tanto se resuelva su situación, lo que implica que puedan volver a convivir con su familia biológica o con algún pariente directo y cercano o también ser adoptados por otras personas- no tienen dependencia alguna con ninguna de las dos instituciones oficiales.

De hecho, el sostén económico de esta casita es gracias a donaciones y al aporte de la comunidad, los ingresos por la venta de objetos en las ferias americanas que realizan o con lo recaudado en eventos que organizan ellas o terceros con los que se asocian. ‘No tenemos subsidio ni ningún tipo de ayuda del Estado, de ninguno de sus estamentos. Salvo la contratación de las cuidadoras, que es personal del hospital y que cumplen turnos de 8 horas, para poder completar la atención de los bebés durante todo el día. Ellas son quienes conviven con nuestras voluntarias que hacen las tareas complementarias y afectivas fundamentalmente. El hospital aparte colabora con la alimentación de los chiquitos y algunos insumos como alcohol en gel. El resto desde medicación, hasta jabón para lavar la ropa, leche maternizada, pañales, ropa, calzado, cunas, sillitas, cochecitos lo solventamos nosotras”, explica agrega la presidenta, resaltando como vital el aporte de las voluntarias.

Vale consignar que hasta antes de la pandemia, la entidad funcionaba como guardería -también durante las 24 horas- para los hijos de todo el personal del hospital. Ya no es así por una decisión de la dirección de entonces. Actualmente cuidan a 6 bebés, aunque han llegado a tener al doble de niños a su cargo.

> TEJEDORA DE MIMOS

Nora Alvarado, tejía cada vez que tenía un problema que no sabía cómo resolver ó cuando estaba enojada ó cuando tenía un ratito libre ó cuando una preocupación rondaba en su cabeza. Para ella, las dos agujas y el ovillo de lana siempre fueron un hobbie terapéutico. Tanto tejía que llegó a juntar una bolsa repleta de saquitos, mantillones, chalequitos y escarpines. Confiesa que prefería las prendas pequeñitas porque las empezaba y terminaba rápido pese a que sabía a la perfección que las hacía sin un destinatario preciso: sus cuatro hijos ya son adultos y aún no tenía nietos en su árbol genealógico familiar, los que llegaron más tarde gracias a la adopción de tres hermanitos que pasaron a estar a cargo de Franco, su hijo mayor, y su esposa. Siempre pensaba que algún día llegaría el momento de encontrarles quien las usaría.

Justamente ese día llegó cuando la novia de su segundo hijo, Gonzalo, la convocó a participar hace dos años, de la campaña solidaria para juntar elementos básicos para Casa Cuna, que hacían desde la academia de danzas de su familia. Por supuesto que ella aceptó el convite feliz, encontrando allí a los mejores usuarios de sus tejidos. Dio todo lo que había juntado en años. Y se comprometió a acompañarlos en la entrega, lo que significó para ella ‘un amor para siempre”. A tal punto que no se imagina sus rutinas sin este rol que ha abrazado con compromiso.

‘Es inevitable no encariñarse con estos gorditos hermosos. Uno lo vive con mayor plenitud que cuando fue mamá porque aquí venimos a dar todos los mimos posibles, a alzarlos y pasearlos para que dejen de llorar. Lo que como voluntarias queremos es que estos niños reciban y vivan lo mejor que puedan mientras están acá porque sabemos que este cariño va a quedar en algún rinconcito de sus memorias para siempre”, confiesa la mujer que no deja de contarles sobre las gracias que hace tal o cuál bebé a sus nietitos, a quienes les genera mucha curiosidad su tarea, ya que no dejan de relacionarlo con su pasado, también en un hogar de niños. Para ella es reconfortante que corroboren que siempre hay alguien que les ofrece afecto y cuidados sin límites.

‘Vengo a la casita mucho menos de lo que me gustaría, tan solo dos o tres días por semana pero si pudiera, lo haría todos los días para mimar a los niños. De todos modos, aparte de cuidarlos y encariñarme con ellos, hago otras tareas en Casa Cuna con otras voluntarias como ordenar las donaciones, colaboro en eventos y ferias, clasifico lo que tenemos para los bebés. Es tan importante una cosa como la otra”, asegura la mujer que, reconoce, cada vez tiene menos tiempo para tejer. Ahora enlaza amor, con sus acciones.

> LA FORTUNA DE DAR CARIÑO

Dos situaciones marcaron para siempre el camino de Miriam Sánchez: recibir los montos de una indemnización laboral por cuestiones de salud y la cercanía de la fecha de su cumpleaños, el 27 de julio de hace 3 años atrás. La conjunción de ambas circunstancias terminó su deseo de ‘tener un acto de gratitud con el universo”, lo que tradujo en un festejo solidario para juntar fondos para la compra de leches especiales para los bebés de la entidad, por sugerencia de su hijo de 32 años, Eriko Emmanuel, aparte tiene otro hijo del corazón, Mateo Uriel, de 21.

¿En qué consistió el cumpleaños? A las invitadas al té que organizó, es decir todos sus familiares y sus amigas y colegas, les pidió la donación de esas leches o dinero para comprarlas, en lugar de regalo (que también le llevaron). Lo que no había tenido en cuenta es que cuando encargaba los insumos -la torta, los sandwichitos y otras delicias- y contaba su idea, los mismos emprendedores se enternecían con la iniciativa y ninguno quiso cobrarle. Por ende, ella destinó el dinero que iba a gastar en la compra de más leches. ‘Resultó perfecto porque tuve un festejo repleto de ricuras y amor y entre todos donamos más de 30 latas de leche maternizada. Un tesoro para Casa Cuna y una oportunidad para mí porque fui a llevar este regalito y acá estoy, nunca más me fui”, recuerda Miriam que lo que más valora de la entidad es que ‘sea una puerta abierta para ofrecerles una oportunidad: gracias a Dios llegan acá, donde les damos comida, abrigo, cuidados, están nutridos, limpios y bonitos, y fundamentalmente los esperamos con tanto amor, les generamos un ambiente de afecto para que le impriman a sus vidas. Yo no creo que haya ningún bebé de Casa Cuna, infeliz. Acá recibe todo, no para suplantar sino para poder sanar esa herida de la infancia”, sentencia la mujer, especialista en ‘apapachos, besos y abrazos”.

Ella nunca va a olvidar al primer bebé que llegó a su voluntariado. ‘Un cachetón divino, de poquito más de seis meses, pero muy enojón. Lloraba muchísimo y tal era su enojo que le costaba dormirse. Yo me propuse trabajar ese dolor que tenía. Le hablaba muchísimo, algo que me ha encantado siempre en mi rol de docente de secundario. Un día me lo senté delante mío y le dije: mirá yo no creo que pasés más de 10 días acá porque vas a irte a una familia bonita y vas a ser feliz, te van a querer mucho y te van a entender. Y ese bebé me escuchó y empezó a llorar pero de emoción. Me entendió todo. A la otra semana se fue. Yo todo lo que le dije fue de corazón porque en realidad nunca sabemos ni el contexto, ni lo que les ha pasado, ni el expediente judicial, ni el futuro de estos chicos. Para nosotras son niños que quieren amor y nosotras que estamos para cumplirles todas las mañas”, dice la mujer que tiene una voz cálida, pausada y parsimoniosa.

* Para ser “mamá cunita”
Cualquier persona, no necesariamente mujeres, mayores de 18 años y que no tengan antecedentes penales puede sumarse al grupo, en el que sin lugar a dudas, también le pedirán fundamentalmente mucha predisposición y empatía, aparte de cariño y paciencia con los pequeñitos. Por supuesto que deberá pasar por una entrevista con integrantes de la Comisión Directiva con asesoramiento de una psicóloga y será invitado a hacer cursos y talleres específicos de la tarea.

Para ser voluntaria no hay que tener una profesión y oficio ligado a la niñez, como maestra jardinera, psicólogas o puericultoras por ejemplo. Basta con tener ganas y algo de tiempo.

Para proponerse se puede hacer personalmente (Casa Cuna está a metros del ingreso por calle santa fe, en las cercanías del hospital de niños)o a través del link que hay en la propia página web www.casacunasanjuan.org.ar., donde hay que completar los datos en la parte de voluntarias.

Aparte de su grupo de voluntarias, en Casa Cuna, reciben a los estudiantes que son parte del Voluntariado Universitario, un programa en diferentes carreras, tanto de la Universidad Católica como la Siglo XXI, que propone a los alumnos avanzados cumplir horas ayudando a la comunidad.

> Otro modo de colaborar
Además de donaciones en especie -no solo de elementos y accesorios para bebés y niños, como podrían ser cochecitos, cunas, sabanitas, ropa, calzado, etc- reciben todo tipo de objetos porque realizan ferias americanas para recaudar dinero. Lo que no les sirve a su población, a su vez lo comparten con las mismas familias de los pequeños que albergan (cuando les piden, aclaran) o lo llevan a comedores o instituciones. También tienen cuentas bancarias y de billeteras virtuales pago para quien quiera hacer sus aportes de dinero, del monto que sea. No reciben dinero en efectivo.

Actualmente están vendiendo agendas 2025, cuadernitos y anotadores, desde 6000 a 16000 pesos. Los interesados deben contactarlas a través de las redes sociales.