Después de una larga gestación de más de dos años, de escaleras gastadas y de cuatro cabezas amigas despidiendo humo constantemente, el “bebé” está a punto de nacer: un dispositivo que produce agua caliente sanitaria con energía solar, único en el mundo y distinto a los termotanques solares convencionales, por su arquitectura compacta, por su mayor eficiencia y -quizás lo más significativo- porque todas sus piezas son de industria nacional y de bajo costo.

Los “padres” de la criatura son Martín Samamé, Marcelo Chaves, Sebastián Correa y Agustín Chávez. Juntos cranearon en San Juan el primer equipo solar térmico fabricado íntegramente en la Argentina, cuya finalidad es aprovechar la energía proveniente de la radiación solar para transformarla en energía térmica de baja temperatura, lo que le permitirá a los hogares disponer de agua caliente para baños, cocinas, calefacción y climatización de piscinas, abrazando al medio ambiente al tratarse de energía 100% limpia y renovable.

Actualmente el proyecto, que lleva el nombre de “Solcenit”, está en su última etapa. Sólo resta ajustar tuercas y apretar tornillos para que los prismas de 200 x 90 centímetros con carcaza de aluminio y frente de policarbonato puedan flamear en los techos. Para eso es clave la inyección de 5.000 dólares que los creadores obtuvieron el mes pasado al ser uno de los ganadores del concurso “Ingeniería Verde”, organizado por la Fundación Lundin, el Proyecto Josemaría y la UNSJ, segunda financiación luego de una otorgada en el 2022 por el Gobierno provincial, también vía concurso, que les permitió incubar el modelo y dar un gran salto al bosquejo actual.

“Pasamos por varios prototipos, no fue nada fácil”, adelanta el ingeniero Samamé, recordando las piedras en el camino. “Le dedicamos muchas horas y por ahí se nos complicaba bastante, pero el entusiasmo es total. Hoy en día cuesta mucho emprender un proyecto de este calibre, es muy costoso. No estamos copiando algo, no trabajamos sobre algo seguro, no tenemos un manual, siempre es prueba y error, pero es la forma de hacer algo único e innovador”, agrega con altura otro de los socios, Correa, que vive en Angaco, donde montaron el taller oficial del grupo y cuya casa fue utilizada para los enésimos ensayos. Los casi tocayos Chaves y Chávez se ríen al recordar la cantidad de veces que subieron y bajaron del techo -de ahí las escaleras gastadas-, pero todos coinciden en que los esfuerzos aunados valieron la pena, pues el “bebé” está diseñado para romper el mercado y cambiar el porvenir de los calefones solares.

Uno de los último prototipos, bajo el sol angaquero.

¿Por qué? Pasando a la parte técnica, según los inventores, a diferencia de los calentadores solares que actualmente existen en el mercado, que tienen los tubos captadores de sol separados del tanque de acumulación y que en temporada de invierno necesitan el apoyo de energía convencional para seguir rindiendo, la tecnología aplicada por los cuatro amigos permite que su colector solar compacto se distinga. “Los tubos de vidrio sellados al vacío no se consiguen acá, se traen de China y acá solamente se ensamblan. Esos equipos cuestan más de un millón de pesos. Nosotros lo que hicimos es unir todo en un equipo compacto, con piezas que se fabrican en Argentina y que puede salir la mitad”, explica el también docente Samamé, nacido en Córdoba pero sanjuanino por adopción. Y aclara: “Tiene un diseño robusto, de fácil instalación y alta integración arquitectónica. Que sea compacto significa que -y esto es innovador respecto a los calefones solares convencionales- la placa colectora y el tanque de almacenamiento están integrados en una sola pieza, lo que conlleva a una transmisión energética mucho más eficiente y a una disminución en los costos de fabricación”. Chávez añade otra ventaja: “El sistema está pensado para ser empaquetado en una caja, listo para usar. Es por eso que se probaron tantas variables y se reemplazaron tantos componentes: queríamos llegar a un dispositivo manipulable, resistente, hermético, de escaso mantenimiento y fácil instalación, que no perdiera la presión y que no fuese pesado”.

Manos a la obra. El equipo trabaja en el dispositivo.
Prueba y error, una constante en el proyecto.

Con los ojos vidriosos, Samamé cuenta que todavía recuerda aquellos días iniciales en los que charlaba con Marcelo Chaves y Sebastián Correa sobre su idea de darle una vuelta de tuerca a los calefones solares. Los tres compartían trabajo en Taranto y en ese lugar comenzaron a gestar el plan, atravesados por sus ideales de sustentabilidad y originalidad. “La relación con Marcelo y Sebastián empezó hace 9 años, cuando entré a la empresa. Armamos un lindo vínculo, y Agustín, que lo conocí en la escuela, se sumó al proyecto a principios de este año. Fue un refuerzo que vino muy bien porque a algunas cosas no le encontrábamos la vuelta, necesitábamos otra opinión, lo convocamos y dijo que sí de una”, recapitula el ingeniero cordobés, que luego de recibirse y quedarse sin trabajo en su provincia, donde hizo un curso de Energía Solar, decidió venirse a San Juan, la tierra de su esposa, atraído por el poder que tiene el sol en esta jurisdicción y con la firme intención de dedicarse a esto. “Lo veníamos charlando y averiguando, la verdad divagábamos bastante, hasta que un día decidimos empezar a plasmarlo. Siempre la idea fue innovar, no hacer lo mismo que hacen todos”, apunta Chaves, que es técnico electromecánico.

Se puede decir que pasaron de las palabras a los hechos en 2021. Y desde entonces no pararon: de tubos de PVC a caños de acero, de pesadísimos ladrillos refractarios a fondo recubierto con poliuretano, de comprar un montón de cosas que no resultaron a dar con la tecla. Por eso ahora, a días de que la criatura vea la luz -la fecha elegida es el 6 de noviembre-, todo es alegría, orgullo y ansiedad. “Sabemos que el dispositivo es el primero de muchos, porque van a seguir los desafíos constructivos, para abaratar costos, para ser competitivos, para hacerle mejoras. Lo importante es que varios consultores nos dijeron que esto es el futuro y así lo sentimos”, cierra Samamé, y sus compañeros inflan el pecho.

Uno de los último prototipos, bajo el sol angaquero.
El ingeniero Samamé, exponiendo el proyecto en la Fiesta del Sol.

 LOS PROTAGONISTAS 

Martín Samamé – Ingeniero Electrónico
Tiene 40 años y se recibió en su Córdoba natal. Radicado en San Juan desde hace 11 años, vive con su esposa y sus dos hijos en Rivadavia. Desde el 2021 da clases en el Instituto Superior de Formación Técnica – CENT 18, en la Tecnicatura en Gestión de Energías Renovables.

Martín Samamé.

Marcelo Chaves – Técnico Electromecánico
Es el responsable del taller de Taranto, donde trabaja desde hace 25 años (tiene 47). Se encarga principalmente del mantenimiento eléctrico, mecánico e hidráulico de las máquinas. Tiene dos hijos varones mayores de edad y vive en Rivadavia.

Marcelo Chaves.

Sebastián Correa – Especialista Metalúrgico
En su casa de Angaco vive con su esposa y sus tres hijos. Tiene 42 años y hace 20 trabaja en Taranto, donde se desempeña como matricero. Solía hacer changas de metalúrgica y plomería, pero ahora, en sus ratos libres, se dedica al proyecto.

Sebastián Correa.

Agustín Chávez – Ingeniero Electromecánico
Desde hace 4 años es docente del CENT 18, de las materias Electrotecnia General y Energía Eólica. También da clases a alumnos de Secundaria de la Escuela Boero. Tiene 38 años, vive con su pareja en Capital y no tiene hijos.

Agustín Chávez.