Para algunos, un vehículo es solo un medio de transporte. Para Mariana Parra Alessi y Santiago Pósleman Mas, en cambio, su Mercedes Benz Sprinter 312 modelo 2001, a la que llaman “La Pituca Viajera”, es la puerta a una nueva vida. Con 28 y 29 años respectivamente, esta pareja de sanjuaninos decidió salir del molde para cumplir su sueño: a mitad de año planean soltar amarras, dejar atrás su rutina y lanzarse a la ruta con la combi completamente camperizada.

Desde hace un año viven juntos en un monoambiente que alquilan en Capital. Aunque disfrutan de su hogar, nunca pensaron en llenarlo de cosas, porque todo lo que tienen lo invierten en La Pituca, que están adaptando con sus propias manos y con la ayuda de familiares y amigos. “Somos muy sencillos. El departamento es amoblado, lo único nuestro es la heladera, pero no nos molestamos en comprar cosas. Nuestras inversiones y ahorros están enfocados en La Pituca”, aclara Mariana. ¿Por qué la llaman así? “Un día llegué, la vi y dije ‘ay, qué pituca’. Y le quedó. Creo que es una palabra como muy de abuelos, y con Santi tenemos muy marcada la presencia de los nuestros, para los dos han sido muy importantes”, dice.

El sueño de viajar nació de charlas sueltas y, al principio, parecía lejano. “Yo veía viajeros en redes y pensaba ‘qué lindo sería’, pero nunca creí que nos podría pasar a nosotros”, admite ella. Hasta que un día, casi sin notarlo, empezaron a averiguar precios de combis. Ahí se dieron cuenta de que, con esfuerzo, podía ser posible. Así, en diciembre de 2021 encontraron la Sprinter en Market Place. La vieron en Rawson, donde había gente esperando para probarla. Pero el destino quiso que ese vehículo que se usaba para transporte de pasajeros fuera para ellos. Pagaron alrededor de 6.000 dólares y la compraron con barbijos puestos. El techo alto fue clave, ya que Santiago mide casi un metro noventa.

View this post on Instagram

A post shared by La Pituca Viajera (@lapitucaviajera)

Mariana y Santiago llevan cuatro años de novios, pero su historia comenzó mucho antes. Se conocieron en la adolescencia en un grupo católico, el Movimiento Camino de Emaús, en la Parroquia de Santa Lucía. Eran amigos hasta que en la pandemia, ya no tan adolescentes, dieron un paso más. “Éramos muy cercanos, muy amigos. Creo que lo que nos terminó de unir fue el amor por la naturaleza. Empezamos a compostar, íbamos a la montaña… siempre disfrutando juntos”, cuenta Mariana.

Él es ingeniero civil, recibido en mayo de 2022, y trabaja en una empresa constructora haciendo control de proyectos y gestión. Ella es contadora pero no ejerce. Se recibió en 2021 en la Universidad Católica de Cuyo, pero cuando empezó a trabajar en el estudio contable de su padre, le ofrecieron hacer prácticas en una empresa de software y su vida profesional tomó otro rumbo. “Me voló la cabeza”, dice. Desde entonces, es project manager en la misma empresa, donde puede elegir entre ir a la oficina o hacer home office. “En mis ratos libres hago de todo un poco, escribo, me gustan las manualidades y sobre todo la cerámica”, comenta. Santiago la interrumpe entre risas: “Es más inquieta que la m… “.

El primer año de La Pituca lo dedicaron a desarmarla entera: le sacaron los 16 asientos que tenía, la limpiaron, pintaron y arreglaron el piso. Para algunos trabajos más complejos, como el arreglo de chapas, tuvieron que recurrir a especialistas. Ahora, con gracia, recuerdan que la primera RTO fue un fracaso. No pasó la prueba y tuvieron que hacerle tren delantero. Pero hasta el momento siempre se las ingeniaron para superar los obstáculos. Para eso siempre fue clave el apoyo de familiares y amigos. “Todos han ido poniendo su granito de arena”, dice Mariana. Incluso reciben ayuda de unos viajeros de La Pampa, “Shanti de viaje”, que tienen el mismo modelo de combi y videos en YouTube con la camperización que ellos hicieron, ideales para replicar en La Pituca. Además, responden ante cada duda. “Son como nuestros tutores. En abril del año pasado vinieron a San Juan y nos dieron el empujón para ponernos las pilas”, relata la contadora.

Hasta ese momento a La Pituca le habían hecho algunas cosas pero no estaban trabajando al 100% en el proyecto. “Habíamos hecho un viaje a San Luis, otro a Jáchal. Pero el sueño estaba como en un segundo plano”, recuerda la chica. Ahora, pese a que siguen con sus trabajos de 8 horas, están a full y, si todo sale bien, su gran aventura comenzará en junio o julio de este año, cuando La Pituca esté terminada. Al respecto, la camperización está en un 70%. “Nos falta lo fino y las instalaciones de agua, gas y algo de la eléctrica, porque ya tiene luces y todo el cableado hecho”, dice Santiago desde la casa de sus padres, en Santa Lucía, donde se encuentra la Sprinter y donde se hacen la mayoría de los trabajos. Él dice que es el tipo de hombre que cambia focos, cuelga cuadros, arregla enchufes. “Soy de esos que quieren hacer de todo. A veces peco por querer hacer de más”, se ríe. “Digamos que el jefe de obra sería él y yo el albañil”, bromea Mariana: “Yo no sabía diferenciar un destornillador Phillips de uno plano, no tenía idea de lo que era un taladro. Pero he aprendido de todo”.

El objetivo de Mariana y Santiago es claro: conocer Argentina, por qué no América Latina y vivir de lo que el camino les depare, conociendo culturas, paisajes y llenándose de experiencias. “Ir a esos pueblitos que nadie va o que quizás no son tan conocidos, conocer gente, porque a los viajes te los hace la gente”, reflexiona el ingeniero. Lo que no quieren es salir por unos meses y volver. Buscan un estilo de vida. “La idea es mantenernos durante el viaje”, acota Mariana.

El objetivo es conocer culturas, paisajes, llenarnos de experiencias. Ir a esos pueblitos que nadie va” Santiago Pósleman Mas

Ambos ya tienen planes para sustentarse económicamente. Ella venderá piezas de cerámica que ha ido acumulando, mientras que Santiago practica malabares, sabe caminar en la cuerda floja y tiene ideas para vender en la ruta y ferias productos impresos en 3D que hace un hermano suyo. “Y soy un buen vendedor”, bromea.

La decisión dejar sus trabajos para lanzarse a la ruta no fue fácil de aceptar para sus familias. “Creo que nuestro querido San Juan todavía no está tan abierto a estas ideas”, dice Santiago. “Lo primero que piensan es ‘¿vas a dejar tu trabajo?!'”, agrega Mariana. Al principio, lo mantenían en secreto, pero hoy hasta les pasa que desconocidos que cruzan en la calle les dicen que es el sueño de su vida. “Poco a poco la familia empezó a entender un poco más y a procesarlo. Hoy todos están re contentos, nos apoyan y ayudan un montón. Sin familia y sin amigos creo que no hubiéramos podido”, reconoce la novia.

Mientras tanto, siguen trabajando en la camperización y tachando los días en el calendario que tienen en su departamento. Mariana reflexiona: “Estamos viviendo una etapa en la que todos nos ayudan y pasan tiempo con nosotros en La Pituca. Es, en cierta medida, como una despedida y esas ganas de compartir con nosotros este sueño. Nosotros sabemos que en algún momento nos vamos a ir físicamente, pero bueno, estaremos conectados de alguna u otra manera. Y la idea es volver de vez en cuando, venir para eventos y compartir también con ellos acá en San Juan”.

“Me pasa que, con la rutina, me falta tiempo para hacer todas las cosas que quiero hacer. Sé que esto de viajar no es vivir de vacaciones. Pero queremos salir de la rutina, escaparnos un poco de lo estructurado. Sabemos que los viajes los hace la gente y queremos llenarnos de experiencias”, medita el novio. Para Mari, lo más importante es el valor del tiempo: “Creo que salir a la vida, a vivir en una casa rodante, te cambia todo. Nos replanteamos muchas cosas, de lo que estamos seguros es que el tiempo es muy valioso. La verdad es que hoy en día nuestros trabajos nos permiten avanzar con La Pituca y nos dan el empujón económico. Pero la idea es soltar, confiar y cumplir este sueño”.

Con La Pituca casi lista y el entusiasmo a flor de piel, solo falta que llegue el día. “Para nosotros es el sueño de nuestras vidas”, cierra Santiago, mientras Mariana sonríe y agrega entre risas: “A nosotros nos sirve toda ayuda. Si nos quieren venir a cebar mates o mandar un budín, lo recibimos sin problemas”. Luego, concluye: “Al que quiera venir a darnos una mano es bienvenido. Queremos que todos sean parte de nuestro sueño”.

Qué tendrá la combi

La Pituca Viajera tendrá un sistema eléctrico a 12V con inversor a 220V, una batería auxiliar y dos paneles solares. Poseerá cocina con horno y hornalla, una heladera a 12V con freezer y baño con ducha e inodoro seco. Tendrá tanques de aguas limpias de 120 litros y 100 litros de aguas grises, garrafa de 10 kilos y calefón de 6 litros a gas.

En Instagram

La pareja comparte el paso a paso en su cuenta de Instagram, @lapitucaviajera, donde hay videos de cuando compraron el vehículo y otros más actuales con los últimos pasos de la camperización. Allí también compartirán información de la “Pituqueada”, una juntada que se hará en aproximadamente un mes para festejar el proyecto. Todos están invitados.

ALGUNOS DE SUS VIDEOS