En lo que fue un día histórico para el mundo judicial sanjuanino, ayer confluyeron en la provincia tres de los cuatro ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Participaron, junto a otros funcionarios judiciales del país, del XXIV Encuentro Nacional de Jueces de Cámara de Tribunales Orales Federales. En medio de su apretadísima agenda, Ricardo Lorenzetti, el miembro de más experiencia en el máximo tribunal argentino (está a punto de cumplir dos décadas como cortista), se hizo tiempo para recibir a solas a DIARIO DE CUYO y mantener un mano a mano, en un tono sumamente cordial y a agenda abierta.

-Usted habló ante la comunidad judicial sanjuanina de una identidad común, de un “nosotros” en la Justicia argentina, ¿a qué se refería específicamente?

-Bueno, la idea de una identidad común excede mucho la Justicia. Obviamente que el Poder Judicial está integrado por jueces y juezas que tienen una identidad, y esa identidad es pertenecer a un poder del Estado. Y como poder del Estado tienen la obligación de servir a la comunidad. Entonces tenemos que hacer una fuerte autocrítica, porque tenemos instituciones dentro del Poder Judicial que no funcionan.

-¿Por ejemplo?

-Lo que pasa es que hay una gran demanda social. Por ejemplo, la crisis económica del Corralito, fue todo al Poder Judicial, con miles y miles de juicios. La crisis posterior, los reclamos de lesa humanidad, también todo fue al Poder Judicial. Los reclamos de los jubilados también van al Poder Judicial. El narcotráfico va al Poder Judicial. Entonces hay una demanda muy fuerte, y esa demanda muy grande de la sociedad, que es legítima, aumenta, pero la oferta del Poder Judicial disminuye, porque hay cada vez menos jueces y menos fiscales.

-¿Qué debería cambiar?

-Desde mi punto de vista, el Consejo de la Magistratura de la Nación, como institución, requiere una reforma importante para agilizarlo. Por eso hablo de “nosotros”: mi función aquí es entusiasmar. Yo creo que en todos los países de Occidente hay una gran desilusión, vivimos una era del desencanto. Entonces, creo que nosotros tenemos que entusiasmar para no caer en el derrotismo ni el aislamiento. Nuestros chicos y chicas desilusionadas optan por el aislamiento, o no comunicarse, o perseguir ideales o influencers que los llevan por identidades que son muy menores. Lo que ocurre es que ha cambiado muchísimo el mundo en los últimos 50 años. La naturaleza está enojada y está haciendo que la civilización, como se pensó en los últimos 200 años, cambie. Está cambiando la economía porque ya no va más. No podemos seguir sosteniendo una economía que no sea amigable con la naturaleza. Entonces hay un gran cambio económico en el mundo y no podemos seguir en otra dirección porque vamos a fracasar nuevamente como país.

-En San Juan, la minería es puntal de la economía y también ha tenido que aprender mucho del cuidado del ambiente. ¿Qué opinión tiene usted?

-Bueno, los estudios ambientales hoy no son opuestos al desarrollo. Lo que digo es se busca cambiar la dirección de la economía. Si seguimos en la misma dirección desde la Revolución Industrial hasta ahora, no vamos a poder seguir viviendo así, porque además vamos a tener una crisis económica. Por ejemplo, la Unión Europea ya tiene un pacto verde. EEUU está promoviendo un sistema que es un acuerdo de empresas que compran productos sólo ambientalmente sustentables. Entonces si nosotros ignoramos esto, vamos a producir muchas cosas, pero no las vamos a poder vender. Es absurdo seguir insistiendo con una economía que va en contra de la tendencia mundial.

-¿Usted cree que la actividad minera se acopló a esta nueva dirección?

-Sí, hay muchos estándares ambientales en la actividad minera que se hace en muchos países. Y acá también se ha ido mejorando mucho en minería y ambiente, pero obviamente hay que controlarlo. Porque si no hay control, puede pasar que no se respete estos estándares ambientales. En la Corte Suprema, desde que yo estoy, hemos emitido muchísimos fallos en esta línea. Respetar el ambiente no es estar en contra del desarrollo. Le doy un ejemplo histórico: cuando los españoles llegaron al Potosí, se llenaron de riqueza porque había muchísimo oro y plata. Y la generación siguiente fue pobre. Fue pobre y todas las generaciones, porque agotaron el recurso. Acá también tenemos ejemplos en la Argentina. Por ejemplo, el norte de Santa Fe estaba lleno de quebracho. Llegaron los ingleses, fue una explotación muy rica, pero no hay más quebracho. Y ahora es una zona pobre. Entonces hay que entender que puede ser fantástico explotar algo, pero si no se hace racionalmente, respetando estándares ambientales, va a generar pobreza, no riqueza ni desarrollo.

-Le planteo una discusión política de este momento: ¿hay que ampliar la Corte Suprema?

-Es una discusión que se repite todos los años en todos los gobiernos.

-¿Pero usted cree que es necesario hacerlo?

-No, yo creo que esto ya se discutió el año pasado durante la presidencia de Alberto Fernández: empezaron con un proyecto de ampliar a 7, después fue a 9 y terminó en 25. Además hay un libro que yo cité recién, que se llama “Cómo mueren las democracias”, que lo escribieron dos profesores de Harvard, que se refiere a cómo las democracias se debilitan; y dice que eso ya no sucede más con golpes de Estado, sino que las democracias se debilitan deteriorando las instituciones. Y el caso que citan es la ampliación de la Corte de Estados Unidos. Imagínense que un país que necesita inversiones y cambia la Corte Suprema, lo único que genera es inseguridad. Entonces lo que hay que hacer es mejorar las instituciones, no cambiarlas cada año.

-¿Qué es mejorable en la Justicia de Argentina?

-Bueno, casi todo. Siempre cuando se habla del Poder Judicial hay una fuerte tendencia a discutir cuestiones de poder. Por ejemplo, quién nombra a los jueces, si la Corte tiene que integrar el Consejo de la Magistratura. La primera discusión que hay que hacer es que el Poder Judicial es un servicio. Y es un servicio a la población. Entonces, ahí es donde no funciona. Yo escribí en el año 2007 un plan de política de Estado, de hacer procesos de acuerdo a las necesidades. Deberíamos tener primero un proceso oral, rápido, y con un juez que circule para el 80% de los problemas que tienen las personas: una Justicia que resuelva y ordene rápidamente. Esto se hace en una hora, dos horas, tres horas. Y segundo, que esos jueces o juezas estén donde esté el conflicto. Hay que poner a los jueces donde están los problemas. Y luego debería haber procesos complejos para casos complejos, porque los casos complejos duran muchísimos años, pero porque no hay jueces. Y porque además el sistema está mal diseñado. En ese sentido, las justicias provinciales han evolucionado muchísimo mejor que las federales.

-De hecho en San Juan el sistema acusatorio está desde hace cuatro años, y en la Justicia Federal local se implementó recién ahora.

-No se implementó todavía. Acá hay que entender que en el país, que es federal, generalmente se habla de la justicia de Buenos Aires, que está mucho más atrasada que el resto. Pero en general hay que hacer procesos para los casos más complejos donde se pueda hacer grandes debates públicos sobre temas difíciles. O sea, hacer distintos tipos de procesos. Esto es lo primero que yo creo que hay que hacer. Transformar el sistema procesal en la Argentina para que la Justicia sea más rápida, más eficiente. Y después, discutir las cuestiones de poder.

-¿El sistema acusatorio mejoró la calidad de la administración de justicia?

-En general, sí. Pero yo no diría “mejoró”: el acusatorio es un sistema que puede mejorar. Lo que pasa es que depende de muchos factores. Porque tiene que haber muchos fiscales, que no hay. Tiene que haber estabilidad en el procurador. Tiene que haber un sistema tecnológico eficiente. Las instituciones en abstracto son buenas, pero después hay que armarlas bien. Nosotros tenemos una tendencia a armar grandes instituciones y después no nos ocupamos de que funcionen. El principal problema que tenemos es la gestión institucional. Tenemos instituciones judiciales que no gestionan bien. Entonces es todo fantástico, pero cuando uno ve los resultados, los procesos son muy largos, se traban mucho, y a veces termina siendo algo kafkiano.