En medio de la que es su cuarta gira latinoamericana y la tercera en Argentina, el próximo viernes Sónico debutará en San Juan (ver aparte) y lo hará, como ya lo adelanta el nombre del conjunto y tal es su sello, con música de Eduardo Rovira. Se trata del revolucionario bandoneonista, compositor, arreglador y director que -como Ástor Piazzolla- encarnó la vanguardia tanguera de Argentina por aquellos años, cuyo legado preservan y reinterpretan. “Rovira 100′ celebra los 100 años del artista nacido el 30 de abril de 1925; y también la primera década de este grupo formado por músicos de distintos países, ovacionado alrededor del mundo, que está a punto de grabar su quinto álbum, en Buenos Aires.

Lysandre Donoso (bandoneón, Francia), Stephen Meyer (violín, Estados Unidos), Alejandro Schwarz (guitarra, Argentina), Ivo De Greef (piano, Bélgica) integran este combo que encabeza el contrabajista argentino Ariel Eberstein, que hará un registro de toda la gira para, ya en Europa, armar un material multimedia que se sumará al homenaje por el centenario del autor. Antes de todo eso, Eberstein dialogó con DIARIO DE CUYO.

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Foto Gentileza Griet De Cort

 

– ¿Por qué Rovira no tuvo la “fama’ de Piazzolla, con quien se lo suele comparar?
– Primero hay que decir que no hay nada en su música que no permita ser disfrutada. Los dos muy buenos músicos, uno mucho más inteligente en su manera de venderse y probablemente más carismático. En el caso de Rovira, era una persona muy poco interesada por promocionarse, solo estaba interesado en componer, en cómo quería decir las cosas. Él pensó que esa era su manera de construir un tango nuevo y murió en la suya. Bueno, murió muy joven también, a los 55 años. Además, en un momento decidió irse a vivir a La Plata, lo que lo sacó un poco del circuito. Por otra parte tiene una cantidad de ideas en su música donde expone muchísimo material, lo que quizás lo hizo más difícil de ser reconocible. También hay que ver que era una época donde el rock and roll le sacaba el público joven al tango y en ese escenario, el que supo cómo mantener la atención del gran público en general fue Piazzolla, lo que no quiere decir que no hubiera más música interesante. Esto no es en absoluto un juicio de valor sobre la calidad de uno u otro, jamás lo planteamos en términos de competencia, creo que son fabulosos ambos, solo diferentes. Pero también creo que Rovira es testimonio de que la vanguardia no era una sola, sino colectiva. Su música no fue interpretada por más de 60 años, de hecho hay mucha gente que nunca tuvo la oportunidad de escucharla en vivo y eso lo notamos las veces que fuimos a Argentina…

– Y apareciste vos ¿Quién sos?
– Soy básicamente un contrabajista, o era. Soy de Buenos Aires, me formé como músico clásico y en un momento tuve la ambición de poder seguir estudiando fuera del país. Tuve la suerte de ganar la beca de Fundación Antorchas y en 2003 me fui a estudiar a Viena. Estuve ahí dos años, hasta que me enamoré de una chica del norte de Bélgica y seguí mis estudios en Bruselas, unos 10 años. Trabajé como músico clásico en distintas orquestas hasta que tuve una crisis personal y profesional: Por un lado me separé y por otro, si bien me sigue encantando y sigo disfrutando mucho la música clásica, me faltaba algo. Trabajar en una orquesta tiene sus limitaciones, al menos en la producción y generación, y yo tenía ambiciones de producir un producto artístico. Entonces, de casualidad me crucé con un disco, Sónico, de Eduardo Rovira.

– ¿Cómo fue ese cruce?
– Yo tenía un amigo, músico callejero con composiciones propias; me parecía muy interesante lo que hacía y quería encontrar una manera de enriquecerlo. Se me ocurrió que además de instrumentar su obra, que solo tenía guitarra criolla y canto, tal vez podíamos agregar temas instrumentales en lo que podría ser un show. Buscando música para ese repertorio en Internet, de casualidad me crucé con este disco y me alucinó.

– ¿Por qué?
– Es uno de los discos más particulares de Rovira. Es el primero donde se experimenta con electrónica en el tango, no como el Gotan Proyect, sino más bien como una búsqueda de modificación del sonido del bandoneón para encontrar nuevos universos musicales. Eso me resulta muy fascinante y también la manera de tocar de Rovira, su concepción del tiempo. Al principio me costaba entender qué quería decir, pero no dejaba de fascinarme.

– Dijiste “de casualidad’, pero dicen que las casualidades no existen
– Es cierto, evidentemente. Y es muy claro que era el momento, porque cuando vivía en Buenos Aires yo tenía un profesor de contrabajo que me dio la posibilidad de ser su asistente. Así le di clases a uno de los nietos de Rovira. Fue hace 20 años, él me alcanzó una partitura de su abuelo y la verdad es que en ese momento no le presté atención.

– Vos venías de la música académica, él de la popular…
– Están los compositores clásicos que miran a lo popular, lo que acá se llama la Escuela nacionalista, como Ginastera o Aguirre. Rovira no era académico, creo que él y Piazzolla son compositores populares que miraron a lo clásico. Sí, Rovira era un músico popular, pero tenía gran formación clásica y tal vez nos encontramos ahí en el medio. Nunca lo pensé de ese modo, pero es cierto…

– Desde aquel “encuentro’ a convertirte en embajador de su música ¿Qué pasó?
– Cuando uno va descubriendo cosas que le gustan empieza a indagar y a medida que lo hacía no solo me fui enamorando más, sino que también empecé a descubrir una gran injusticia detrás del reconocimiento a su trabajo. Mi madre siempre me decía que yo era defensor de pobres y ausentes (risas), tal vez algo de eso hubo. Desde que encontré su música hasta que encontré como ponerla en valor pasaron unos tres o cuatro años; y van diez desde que se inició Sónico como se conoce ahora.

Eduardo Oscar Rovira, protagonista del “tango moderno’, nació en Lanús el 30 de abril de 1925 y murió en La Plata, el 29 de julio de 1980. Desde los 9 años tocó con orquestas. Fue el primer músico nacional en incorporar el dodecafonismo, la música serial y los sonidos electrónicos al tango, como también el primero en componer una suite de ballet con sonidos de música ciudadana. Compuso alrededor de 200 tangos,100 obras de música de cámara y algunas sinfónicas.

– ¿La idea fue mantenerse fiel a sus creaciones?
– Nosotros nos mantenemos fieles al material de origen, esto no quiere decir que toquemos nota por nota. Obviamente hay una manera de interpretar la música, pero no hacemos arreglos, no creemos que tenga sentido en esta etapa al menos. Creemos que en el caso de Rovira, lo primero es que la gente conozca su material. Creo que somos afortunados de poder tocar esta música y darle el espacio que se merece.

– Con un conocimiento más pleno ¿Qué lectura hacés hoy de Rovira?
– Sigo sintiendo una fascinación por su obra, creo que todavía hay mucho por decir y que vale la pena invertir en ella; y también en este proyecto, para que siga avanzando. Yo ahora no solo soy un músico, me tuve que transformar en productor musical, manager, etc, y es hago que hago con mucho gusto. Para mí es un placer, me gusta mucho la parte creativa fuera de lo estrictamente musical, pensar un espectáculo, cómo poder presentar la obra de manera atractiva para el público…

– ¿Creés que Sónico le hace justicia a Rovira?
– Eso es como que un amante diga que es bueno (risas), me parece que le cabe decirlo al público, más que a nosotros. Yo solo creo que hacemos nuestro mejor esfuerzo. Y sé honestamente que cada día termino muerto de cansancio, poniendo todas mis horas en esto.

-¿Él significó, de algún modo, la salida a aquella crisis que viviste?
– Sin dudas. Este proyecto y esta música, que están íntimamente conectados, me han permitido desarrollar habilidades y conocimientos que van más allá de todas esas horas que invertí al principio de mi carrera en estudiar el contrabajo. Tal vez en el primer disco agarramos un manojo de temas e intentamos hacerlos lo mejor posible. Ya en el segundo encontramos que no es simplemente tocar, sino que hay todo un trabajo de reconstrucción y recuperación, que es parte de una historia. Ahí empezamos a desarrollar un “story telling’, contamos la historia de Rovira y lo hacemos a través de los ojos de Sónico. Detrás hay muchas cosas: cómo llegamos a esas obras, qué pasó para que vuelvan a aparecer, tomas radiales de material que no se había grabado, transcripciones, encuentros con músicos que trabajaron con él y que nos ayudaron a reconstruir parte de un material… Historias muy interesantes que intentamos compartirlas con el público, ahora de San Juan, para que también sea parte de esta búsqueda maravillosa, que todavía no termina.

DATO
“Rovira 100′. Sónico. Viernes 18 de abril, 21 hs. Teatro del Bicentenario. Entradas $10.000 y 12.000, en boletería (de 9:30 a 14:00 h y de 16 a 20 h) y por TuEntrada.com