Descartado que los rastros genéticos hayan sido de su novio. O que pertenezcan a algún familiar o persona cercana que hubiese tenido algún contacto con la víctima. Tampoco son de un exconvicto que había perpetrado un robo con una modalidad muy similar en esos días. Al cabo de 37 cotejos de ADN, el equipo de investigación dirigido por el fiscal Francisco Micheltorena y el ayudante fiscal Francisco Nicolía (UFI de Delitos Especiales), no pueden llegar a establecer de quien es el ADN masculino hallado en la escena del crimen de la jubilada, Rosalba Albarracín, la mujer de 71 años ultimada a golpes en su casa del barrio Cruz del Sur, Rawson, entre las 18,02 y las 18,10 del 14 de marzo de 2023. Todo indica que la mataron para robarle dinero.

Sin embargo, la línea de investigación por rastros genéticos aún no se agota. Y por eso ya tienen en marcha otra tanda de 13 cotejos. La mecánica es la siguiente: Fiscalía cita a esas personas, les pide su consentimiento informado (es decir le explican para qué es el examen de ADN) y si aceptan (así ocurrió hasta ahora) se deja asentada su decisión en presencia de dos testigos. Si no quieren colaborar, se puede recurrir a una manera compulsiva, es decir obtener su ADN previa orden judicial.

Que hubieran resultado negativos los cotejos de ADN hasta ahora, parece debilitar al menos dos de las líneas de investigación: la que tenía al presunto novio de la mujer en la mira, un hombre que figura como heredero de la casa y una costosa propiedad de la víctima. Y la de los conflictos familiares que la víctima, indicaron.

La tercera línea de investigación es un ataque al voleo, es decir la agresión perpetrada por un delincuente que de alguna manera supo que la mujer estaba sola a esa hora en su casa. Y que no dudó en atacarla hasta conseguir que le diera el dinero que, al parecer, tenía.

Esa línea de averiguaciones es la más compleja hasta ahora, pues incluye el análisis de decenas de cámaras de seguridad y el análisis de unos 6.000 teléfonos que operaron en la zona en momentos previos, concomitantes y posteriores al crimen. Rosalba Albarracín hablaba por teléfono con un familiar cuando le dijo que tenía que cortar porque llamaban a la puerta. Eran las 18,02. Desde ese momento nada se supo de ella hasta el otro día en la mañana, cuando la encontró muerta una mujer que le ayudaba con sus quehaceres domésticos.

Desde entonces, no ha sido posible saber quién fue el asesino.