Una historia no escrita, pero aceptada por todos en el mundo del ciclismo, indica que a los campeones mundiales los persigue, por un tiempo -a veces más largo, a veces más corto- el maleficio de la “malla” arcoiris, camiseta que identifica al nuevo monarca ecuménico.

Hace una semana, el esloveno Tadej Pogacar se coronó por primera vez, en el certamen realizado en Suiza. Y lo hizo de una manera inédita, coronando una fuga de 100 kilómetros. Ayer, estrenó su camiseta blanca adornada por los colores que lucirá orgulloso por un año; y rompió con cualquier sospecha de maleficio. Ganó y lo hizo a su manera. Escapado. Cruzó la meta con 1m54s de ventaja sobre un trío que intentó sin resultado neutralizarlo. El inglés Tom Pidcock (INEOS), se impuso en la definición por el segundo lugar, puesto al que el flamante campeón del mundo obliga a disputar a sus rivales. Al tercer escalón de podio subió el italiano Davide Piganzoli (Polti Kometa) y cuarto -con el mismo tiempo- finalizó el canadiense Michael Woods (Israel Premier Tech). Corredores de la talla de Primoz Roglic y Remco Evenepoel, abandonaron.