Que conoce desde 2021, cuando ambos participaban de un grupo religioso de apoyo a sujetos condenados, a la chica con la que, en mayo pasado, se contactó con la intención de hablar personalmente con ella. Que desconoce si ella tiene o no alguna relación con el joven que abusó cuando tenía 15 años. Que haber incumplido las reglas de conducta que le impusieron el 30 de mayo del año pasado (ese día lo condenaron a 1 año y 8 meses por abuso simple contra ese muchacho) implica que esa conducta debiera haber sido “reiterada, persistente e injustificada”, cosa que no ocurrió. Que no procede revocar la libertad condicional del religioso, porque siempre cumplió las reglas de conducta exigidas en aquel fallo (al revisarlo la Corte elevó a 3 años la pena, aplicándole el agravante de ser ministro de un culto religioso). Que Bustos ha sido blanco de “maliciosas denuncias, ensañamiento y persecuciones”. Que “no es razonable y es improcedente” el pedido de la fiscal, Marcela Torres, porque “denota una clara animosidad” contra Bustos, porque ese contacto por vía Whatsapp de Bustos con la chica ya fue desestimado como delito tras la denuncia realizada en una UFI CAVIG. Y por lo manifestado en una radio por la fiscal, al referirse al perfil psicológico del religioso, sobre su personalidad “egocéntrica, omnipotente y narcisista”. O el hecho de “creerse superior”.

Esos fueron los argumentos salientes por los que ayer la defensora, Sandra Leveque, pidió al juez Víctor Hugo Muñoz Carpino (Sala I, Cámara Penal) que rechace el pedido de la Fiscalía para que el sacerdote vuelva a prisión, donde pasó casi dos años entre las dos causas que lo complicaron: la que finalmente la Corte dejó en 3 años de pena, ya firme. Y la absolución por mayoría (Fiscalía impugnó el fallo) que recibió el 15 de abril pasado en otra causa, en la que un fiscal buscaba un castigo de 14 años por abusar de otro joven de 15 años, aprovechándose de su inmadurez sexual.

Según Fiscalía, no sólo la chica que recibió el mensaje se puso nerviosa y bloqueó toda intención del religioso de contactarse. Cuando su novio lo supo, también padeció “incertidumbre, miedo y un ataque de nervios”. Por eso consideró que violó la regla de no contactar ni molestar por cualquier vía a la víctima y su entorno íntimo.

Con ambos argumentos en su manos, el juez Muñoz Carpino ahora debe decidir.