Del papelón a la épica. Y de la hazaña al golpe de nocaut. Un cóctel explosivo que dejó al conjunto de Fernando Gago afuera de la Copa Argentina y que estuvo marcado por un gran punto de inflexión: el cambio defensivo cuando el score marcaba el 3-2. ¿Qué quiso hacer el DT? ¿Qué sentido tenía? ¿Estuvo bien?. Boca había logrado una remontada impresionante, pasando de estar 0-2 abajo a ponerse 3-2 arriba, pero jugaba con 10 hombres y faltaban solo 10′ para el pitido final de Pablo Echavarría.
En el táctico de Boca, los 90′ del partido se dividieron en cuatro partes. La primera, el inicio: 4-2-3-1, con Pol Fernández por detrás de Edinson Cavani. La segunda, tras el cambio de Miramón a los 30′: 4-2-4. La tercera, sin Advíncula: 4-3-2, con Juan Barinaga en el lateral derecho y Exequiel Zeballos con un rol más de volante izquierdo. Y la cuarta, con el 3-2 en el bolsillo: 5-3-1, con la inclusión de Luciano Di Lollo. Gago dispuso de un 4-3-2 en bloque medio, con el objetivo de no otorgarle a Vélez espacios intermedios y apostar con balones largos a la potencia de los delanteros o a la velocidad del Changuito. El 2-2 de Zeballos volvió a poner a Boca en partido y el 3-2 de Belmonte lo catapultaba a la final. El boleto hacia la Copa Libertadores, al alcance de la mano. Gago, rápido, mandó a llamar a Lautaro Di Lollo y a Milton Delgado. “Terminó”, les gritó el entrenador a los ingresantes, confirmado su deseo de cuidar la ventaja. Y ahí Boca se replegó con un 5-3-1 en bloque bajo, buscando neutralizar a los delanteros de Vélez con un 3 vs. 2 en la defensa y tratando de frenar la subida de los laterales del Fortín. Sin embargo, la decisión de cerrar más al equipo con los cambios defensivos no terminó de consolidarse. Al intentar refugiarse y asegurar el resultado, Boca perdió la pelota, la iniciativa…y el partido.