Pisar suelo italiano es un placer. Estar ya instalado en la bella Vercelli, poblado vecino de Novara donde está el epicentro mundial hockístico, es saber que desde ahora en más hasta fines de mes será momento de trabajo. Lo que resultó cansador fue el viaje…

Debido a los costos hubo que comparar precios y elegir la mejor aerolínea para llegar hasta el Norte de Italia. La elegida fue Ethiopian Airlines. No sólo por ser la más económica sino por una razón clave: Era la única que llegaba directamente al

Aeropuerto Malpensa (uno de los tres aeropuertos de Milán) que queda a sólo 40 kilómetros de Novara y casi 60 kilómetros de Vercelli. Las otras aerolíneas, las más conocidas como Turkoan Airland, Air France, Iberia y Alitalia, viajaban desde el punto intermedio de Ezeiza que es San Pablo, en Brasil, hasta sus países de origen (Turquía, Francia, España e Italia, respectivamente) y desde ahí a Roma. Por lo tanto luego se debía cubrir los 600 kms que separan a Roma de Milán.

Celular y vestimenta tradicional en dos chicas somalíes.

Pero no siempre las cosas ocurren como uno espera. Era sabido que Ethiopian Airlines debía hacer una parada en Etiopía, pleno suelo de África, con su consecuente espera de 5 horas para embarcar nuevamente a Milán. Allí el viaje empezó a no ser tan placentero. En el aeropuerto etíope se movía un mundo que nosotros somos incapaces de entender. Casi un millón de personas pasan por el aeropuerto Adís Abeba. Es parecido a los principales de Europa y del mundo. El 90 por ciento de la gente que se mueve por él es de raza negra. Es un aeropuerto al que viajan pobladores de distintos países africanos (Mozambique, Angola, Somalía y demás) rumbo a destinos europeos y americanos. Otra cultura, otra manera de vivir la vida, otras costumbres. Difícil para entender de nuestras parte. Reticentes a respetar el orden, con ausencia total de barbijos en una muchedumbre amontonada e irrespirable por olores desagradables. Otro mundo. Mezcla de costumbres antiguas con el modernismo (teléfonos y todo tipo de instrumentos tecnológicos) a la orden del día. Todo respetable por cierto pero complicado para que nosotros nos movamos.

Acto inaugural. Los abanderados de cada país junto al escenario.

Cinco horas durísimas y casi insoportables antes de viajar por más de seis horas hasta Milán. Y llegar hasta el aeropuerto italiano y sorprenderse que tu valija principal brillaba por su ausencia (lo que sufrió uno de los periodistas sanjuaninos) porque se quedó en Etiopía, pone nervioso y malhumorado a cualquiera. En fin, una odisea que habrá que repetir en la vuelta. Lo bueno es que uno ya sabe a qué atenerse…