Fotos: Daniel Arias

Un montón de maderitas prolijamente lijadas son a la vista de un inexperto sólo tablitas. Para don Francisco Morales Salas son futuros diapasones. El noble oficio de construir guitarras artesanales ha sido su trabajo toda la vida, pero también su pasión y el legado familiar. Creció entre martillos, gubias y maderas en el mismo taller que este mes, después de 65 años, tiene que dejar.

Ahí donde José Morales Moreno, el jovencito que vino de Granada siendo un luthier recién iniciado y que trabajó haciendo muebles en la carpintería Tabachnick, le enseñó todo lo que sabe sobre guitarras.

El histórico taller de los Morales, donde llegaron a fabricar artesanalmente 60 guitarras por mes.

Será una mudanza compleja y llena de emociones porque implicará dar una vuelta de página y un nuevo comienzo en otro lugar.

Un flete llega para cargar una pesada máquina. Una de las sierras marcha al nuevo destino. Moldes, tablones, bolsas de virutas, herramientas y hasta viejos modelos cubiertos de polvo que son sacados de los rincones. “Este laud lo construyó mi padre en 1960, algún día lo voy a terminar”, comentó con nostalgia Morales que recibe a DIARIO DE CUYO en ese taller lleno de historia conocido como “Fábrica de guitarras de artesanía Vidala”. La casa de Maradona y Maipú -detrás del Auditorio Juan Victoria- comprada en 1959, que fue vivienda familiar y taller desde entonces, será vendida por decisión de parte de los herederos, tras el sucesorio de Morales, fallecido en 2016 con 90 y largos.

El taller que alquiló estará ubicado en la zona de Circunvalación y calle Corrientes. El lugar también tenía que contar con otros espacios para vivir, lo que no fue fácil de encontrar.

El traslado trae a la memoria la época de oro de la fábrica que fundó su padre, y Francisco cuenta con entusiasmo cuando en ese taller se llegaban a fabricar 60 guitarras artesanales por mes.

“En los tiempos que estaba mi papá, era una fábrica en ese entonces, se le vendía a Casa Tormo y Casa Lara, ellos vendían electrodomésticos, pero tenían un anexo de instrumentos musicales. Mucho tiempo vendieron. El primer comerciante que le compró fue Casa Tormo. Le hacía las guitarras para él. En Mendoza se vendió mucho también, en todos los departamentos. Después fue cambiando” recordó la etapa más productiva del taller.

“Es una nostalgia tremenda. Tener que irnos de acá se siente como si me sacaran una parte del cuerpo. Cuesta un montón, duele mucho. Acá nos criamos, yo tenía tres años cuando nos mudamos a esta casa, jugaba entre las virutas y martillos. Mi hijo Francisco vivió lo mismo. Uno se acuerda de eso, es toda una vida, yo tengo 68 años ahora”.

Legado. Francisco Morales Salas (izq.) aprendió el oficio de su padre, don José, y se lo pasó a su hijo Francisco.

El techo de caña, los mesones macizos -que atestiguan el paso del tiempo- estantes llenos de recortes, moldes, cinturas y guitarras en distintos procesos cortando, midiendo y lijando. No había tantas máquinas y todo se hacía a mano. “Tuve que vender algunas máquinas que ya no entrarán en el otro taller y a su vez compré otra que reemplaza esa y hace todo en uno”, contó Morales que recordó que antes había un espacio de atención al público. “En la época de mi papá la gente no entraba, se atendía adelante, después una vez quisieron robarme algunas y me traje todo al taller. La gente le llamaba la atención, mirá qué lindo, como recién sacadas del horno” dijo.

Sobre sus guitarras -que cuestan entre 220 mil y 1.800.000 pesos la más cara de concierto- Morales destaca que son “artesanía pura y se trabaja en madera maciza. Los laminados y terciados no los trabajamos. Cuesta mucho hacer esto. Cuando nos cambiemos seguiremos construyendo nuevas, pero sólo a pedido y nos dedicaremos sólo a la reparación”, agregó.

Las guitarras especiales llevan como marca el nombre de su padre. Las “José Morales Moreno” son 10 modelos que tienen características especiales y también son las más caras. Morales está orgulloso de su modelo “con corte”, que es una curva que añaden a la caja de la guitarra para que el intérprete pueda llegar a la parte más baja del diapasón y sacar esos sonidos con comodidad. No es invento suyo, pero hacerlo y que suene bien es su orgullo. Como la “N° 8”, una guitarra que en vez de tener boca central la tiene arriba en forma de medio corazón. También creó un “guitar-charango” que hizo uniendo características de ambos instrumentos.

“Ahora son más las restauraciones y reparaciones” declara Francisco y muchos de sus clientes son conocidos guitarristas. De pronto un punteo armonioso e hipnótico inunda el taller y pareciera preparado para musicalizar la visita. Una coincidencia ofrece la oportunidad de escuchar sonar la “Nº 8”, el diseño que tiene la boca al costado del diapasón, en forma de medio corazón, que el guitarrista Cristian Ramos -que llegó para dejar una guitarra para un lustre nuevo- aprovechó para afinar.

Pancho, uno de los hijos de Francisco (que tienen 5 varones y una mujer) es quien trabaja codo a codo en el taller, es la esperanza de Morales de que su oficio -al menos la restauración- persista en el tiempo. Es un apasionado de su profesión, que vive como un aporte a la cultura sanjuanina.

“Hemos hecho un aporte cultural, musical y también social con nuestro trabajo, desde mi padre y con lo que yo he continuado, y uno de mis hijos también lo hace. Ha sido muy bueno, muy grande; nosotros tomamos conciencia de nuestro trabajo en la época de la pandemia, donde nadie podía trabajar, ni salir, pero fue cuando más trabajo hubo porque lo que hacemos sirve para que la gente pueda distraerse, expresarse, tener un momento de paz” aseguró Morales.

“La música es importante, le da alegría al corazón, le da alegría al cuerpo y motiva para seguir adelante; hemos ayudado muchísimo y, bueno, hemos estado también influyendo en sus creaciones. Es muy gratificante” resumió este artesano de las guitarras que empieza un nuevo camino dejando atrás un templo.