Basta con observar el listado de los paros generales que la Confederación General del Trabajo (CGT) realizó a los gobiernos de turno, desde la instauración de la democracia en 1983, para intuir una tendencia de castigar con este tipo de medidas de fuerza a las gestiones que no han sido afines a la tendencia política de la central obrera, vinculada más estrechamente al peronismo o justicialismo. Los números son claros: mientras que a los gobiernos peronistas en 11.818 días de gestión se le hicieron 17 paros, a razón de una huelga cada 695 días; a los gobiernos no peronistas en 4.728 días de gestión se les realizaron 28 paros, es decir 1 paro cada 163 días. Estas cifras son contundentes y han hecho que la ciudadanía comprenda que los paros generales han sido siempre utilizados como una medida de presión política no solo para obtener reivindicaciones para el sector trabajador, al que dice representar, sino como una demostración de fuerza de un sector sindical que desde mediados del siglo pasado conserva una hegemonía que no quiere resignar. Una posición cada vez más debilitada por la falta de apoyo de sus propios afiliados que, a medida que pasa el tiempo, comienzan a darse cuenta que las organizaciones gremiales han perdido su esencia y que se orientan cada vez más a convertirse en organizaciones destinadas a proporcionar poder a dirigentes enquistados en esas estructuras cada vez menos representantivas. Hay dirigentes con permanencia de más de 20 años como Héctor Daer, Carlos Acuña, Pablo y Hugo Moyano, Amadeo Genta, Luis Barrionuevo, Rodolfo Daer y Armando Cavalieri, como para citart algunos. En la provincia de San Juan también hay algunos exponentes como José Villa y Eduardo Cabello, entre otros.

El paro del jueves pasado, que no contó con la adhesión de la UTA (Unión Tranviarios Automotores) –factor determinante en toda huelga– fue en la práctica un fracaso, ya que la mayoría de las actividades privadas, comerciales e industriales, trabajaron con normalidad demostrando el hartazgo de la gente a este tipo de medidas de fuerza que no conducen a solucionar los problemas de base que tiene el país. La mayoría de las personas consultadas sobre el sentido del paro lo calificó de “político” y en contra de una gestión de gobierno “que está intentando revertir la caótica situación en que se encuentra la Nación después de una pesada herencia recibida de los anteriores gobiernos”.

En la opinión de la gente, con un paro no se soluciona nada y esto va en contra del apoyo y la aceptación que cada vez es menor en relación al accionar de las organizaciones gremiales que evidentemente atraviesan por una crisis que amenaza con debilitarlas cada vez más.

Que al gobierno libertario del presidente Milei se le haya hecho en 488 días de gestión 3 paros generales, lo colocan en términos de proyección como uno de los mandatos más afectados solo superados por los 13 paros realizados a Alfonsín y los 8 paros a De la Rúa, ambos gobiernos radicales, pone en evidencia que la CGT está dispuesta a demostrar su oposición a la actual gestión, utilizando su arma más contundente pero, a la vez más devaluada como son las huelgas generales.