Faltaban unos minutos para salir a escena y Marcela no pudo contener las lágrimas. Pero esta vez lloró de emoción y no de angustia. Desde que comenzó a bailar folclore logró superar la depresión que la afectaba desde hace tiempo. Esta mujer de 47 años dijo que gracias al ballet “Danza de vida e inclusión”, integrado por personas con discapacidad y con diferentes afecciones, recobró “las ganas de vivir”. Ayer, este grupo de bailarines mostró su arte en el Centro Cívico durante la conmemoración del Día de la Esclerosis Múltiple.

Hace 2 meses nació este ballet folclórico por iniciativa de Yanina Yamas, profesora de danza, y en el marco de los talleres que se dictan en la Dirección de Personas con Discapacidad. Y fueron los propios alumnos, de ambos sexos y de entre 10 y 65 años, quienes lo bautizaron “Danza de vida e inclusión” porque los hace sentir vivos e incluidos. “Este ballet superó nuestras expectativas porque los alumnos lograron formar como una familia que se apoya en todo momento. Lo integran personas con diferentes discapacidades y sin discapacidad, pero con otras dolencias que los llevó a excluirse. Hoy se animan a bailar en público”, dijo Yanina Yamas.

Rocío Manrique tiene 18 años y la consideran la “amiguera” del ballet porque se hizo amiga de todos. Es que no tuvo amigos mientras cursó el secundario en una “escuela normal” donde se sintió excluida. Ahora, hasta tiene un grupo de Whatsapp con los compañeros de folclore porque, según dijo, no le hacen bullying.

El buen clima, el respeto y la amistad que reina en el ballet hace que sus integrantes tengan asistencia perfecta a las clases, ensayos y presentaciones. Ayer, Elizabeth Caminos, pese a tener la pierna vendada por una hemorragia a consecuencia del lupus que padece, igual bailó en el Centro Cívico para demostrar que existe. “Siempre tuve muy baja autoestima y sentía que no existía, pero todo cambió cuando ingresé al ballet folclórico. Con el baile me demostré a mí misma que soy un ser humano con valor y con voluntad para superar mis metas”, dijo la mujer de 47 años.

Marcela Illanes, de 48 años, dijo que al menos por dos horas se siente “vive y feliz”. Es el tiempo que duran las clases de folclore y durante el cual también se olvida de las dificultades físicas que tiene para movilizarse. Es que mientras baila no necesita usar el bastón que utiliza para poder caminar. “Cuando bailo me olvido de todo lo malo y me siento viva. Con mis compañeros aprendí que no hay más obstáculos que los que uno mismo se pone”, dijo la bailarina de 48 años.

Thiago Ariza tiene una discapacidad motora y retraso madurativo. Tras ingresar al ballet y, por el gran entusiasmo que demostró, logró que toda su familia se sumara. Sus padres y su hermana también forman parte de “Danza de vida e inclusión”. “Cuando vimos a Thiago disfrutar tanto de su participación en el ballet decidimos acompañarlo. Y nos cambió la vida a toda la familia porque nos permite compartir muy lindos momentos y ser testigos de que la inclusión existe”, dijo Hugo Ariza, papá de Thiago.

Más información
Los interesados en ingresar al ballet folclórico “Danza de vida e inclusión” o informarse sobre los diferentes talleres disponibles, deben dirigirse a la Dirección para Personas con Discapacidad, ubicada en calle Rivadavia 679 Oeste, departamento Capital. También pueden comunicarse al 4216606.