Como uno de los periodistas de gran trayectoria en TN y El Trece, donde también conduce el ciclo Cuestión de Peso -de cual debió ausentarse por una disfonía-, Mario Massaccesi arribará a San Juan por primera vez con la iniciativa Soltar para ser feliz, mañana, en el Museo Franklin Rawson. Y no estará solo, ya que vendrá junto a la uruguaya de nacimiento y argentina por adopción Patricia Daleiro, psicóloga y master coach, a quien tuvo como profesora en sus estudios como coach ontológico.
En diálogo con DIARIO DE CUYO, el comunicador de 58 años nacido en Río Cuarto (Córdoba) se refirió a la iniciativa de subir a los escenarios con esta producción basada en el primer libro, que va por su novena edición Soltar para ser feliz (2020) – antecesora de Saltar al buen vivir (2021) y Salir de los miedos (2023)-; la manera en que lleva la TV y el teatro en paralelo, su niñez trágica y la decisión de sanar, lo que le permitió “avanzar”, como dijo el conductor que adelantó lo nuevo que se viene.
– ¿Cómo es moverse entre el torbellino de la TV y la esencia liberadora del teatro?
– La tele no te permite ver la gente pero en el teatro sí. Entonces tuve que salir de un modelo mental para abrir otro, salir del ritmo y la vorágine de la tele abierta, que no se corresponde con la vida ni con el teatro. En el teatro me costó mucho encontrar un clímax, silencios, hablar con el cuerpo y dar pie al remate del otro, lo que en la tele no existe. En las primeras funciones me creía Gardel hasta que mis amigos me dijeron que no sorprendía porque era el mismo de la tele.
– ¿Cómo hiciste?
– Me fui rompiendo y quebrando, aprendí mucho de Patricia. Yo que pensaba que iba a ser su maestro, terminé aprendiendo de ella. Tuve que despedir al conductor para darle paso a ese hombre que conversa en un escenario.
– ¿Qué verá el sanjuanino?
– Lo que hacemos con Patricia, que es la coautora, es romper con la cuarta pared. Logramos un diálogo entre todos los que estamos ahí, incluso, los técnicos. Entramos todos en sintonía de replantearnos y rediseñarnos. Hay un ida y vuelta con muchas risas, lo que es muy liberador; algunas lágrimas y preguntas muy poderosas. Pero nos llamó mucho la atención fue lo que observó un amigo psicólogo Marcelo Brodsky, es que en la platea se producen suspiros “en los que se nos van un montón de kilos”, como nos dijo.
– ¿Ya pensás en lo que vendrá después?
– Sí. Lo que pasa es que la palabra soltar es muy poderosa y hay mucha necesidad de sacarse las cargas. Entonces, el debate es si esto funciona y hace bien ¿Para qué dejarlo? Y por otra parte está el interrogante: ¿Cuándo nos desafiaremos a algo nuevo? Y ahí pensamos en hacer algo con Salir de los miedos.
– ¿Cuándo y cómo fue este piletazo a los teatros?
– Estamos hace 4 años girando por el interior. Nació de casualidad a partir de nuestro libro Soltar para ser feliz, que surgió en pandemia y llegó a ser best seller. Siempre aparece un productor hambriento que te propone algo más y me dijo: “La gente que hace este tipo de libros que funcionan tan bien, después le pone el cuerpo en el teatro”. Y me gustó eso de ponerle el cuerpo y el alma a lo que habíamos escrito, el compromiso era mayor. Y nunca imaginamos todo esto. Menos mal que nos animamos a abrir esta puerta porque no sabíamos lo que había detrás.
– ¿También fuiste soltando lo que ya no te servía a vos?
– Lo mío empezó a mis 33 años. Yo sabía que tenía que dejar un montón de cosas para salir adelante.
– ¿Te sentías encerrado?
– Me sentía incómodo y cargado de cosas que no me merecía como culpas, miedos, vergüenzas, pasados no resueltos, silencios…Vivir con esa carga no es posible, fue mucho antes de la tele.
– ¿Fue cuando se enteró de que su tía, en realidad, era su hermana?
– Cuando me enteré lo de mi tía, fue hace unos diez años. Ya había trabajado mucho conmigo y me permitió tomar esto sin tragedia. Sí me golpeó, porque no podía creer que mi mamá hubiese hecho eso. Pero ahí pensé en lo que no pudo hacer por presión familiar. Ella tuvo una historia muy fea con sus cuatro hermanos: se quedaron solos al morir sus padres de fiebre amarilla y los regalaron a todos, nunca más se volvieron a ver. Ella sólo se reencontró con una hermana, años después. Entonces, le costó armar una familia, lo único que pudo tener en su vida hasta que falleció. Y mi papá era un gruñón y quejoso, bueno como el pan, que lo único que veía eran obstáculos y vivió frustrado hasta que murió a los 95 años.
– Cuando niño vivió un suceso dramático. ¿Eso pudo superarlo?
– Esa es la gran maestría. No está bueno lo que me pasó, no quiero que nadie pase por una situación traumática así.
– ¿Lo contó alguna vez?
– Fue horroroso. Pero no quiero contarlo para no exponer al niño que sufrió. Sí quiero contar lo que hice a partir de ese niño sufriente. Como no fui cuidado ni supe cómo cuidarme, mi función es no exponerlo porque necesita ser “apapachado”.
– ¿Es posible salir de ese dolor?
– Es posible salir del sufrimiento que genera el dolor. Cuando se termina el sufrimiento comienza el disfrute. Hay que hacer un clic, no es una tarea de pocos sino un logro de muchos.
– ¿Cuando comenzó tu proceso de sanación?
– Un día, vi que tenía que hacer algo por mí y comencé. Y, en 2016, cuando ya estaba lográndolo, lo empecé a contar sin saber que se vendrían un montón de oportunidades. Es sanador saber que lo que me pasó sirve a otros. No puedo creer que lo que me cargó y aplastó, sea el barquito que me lleva hacia otros lados.
– ¿Es increíble para vos todo esto?
– Es como haber estado encerrado en una cáscara de nuez y hacer de esa nuez un bote.
– Además de romper con los mandatos sociales…
– Mi proyecto de vida no se correspondió nunca con los mandatos sociales. Nunca me vi en pareja, por eso nunca me casé y ni fui padre. En casa soy el único soltero, el que no tiene hijos, el que se fue, el que hizo una carrera universitaria y tiene una vida pública. Pero nadie me reprochó nada.
– ¿Qué reflexión hacés de tus logros personales y profesionales?
– Lo miro como un: “Lo has logrado”. Todo lo que me pasa en este momento es para lo que trabajé durante años. Y cuando tengo un problema o debo levantarme temprano para las giras, se me corta el disgusto porque es lo que siempre quise tener. Y estoy feliz de haber elegido hacer Cuestión de peso también, porque me siento como una pieza de un gran rompecabezas en el que puedo aportar algo.
DATO
La función será en la sala central del Museo Franklin Rawson (Libertador 862 oeste). Entrada: $12.000 online en entradaweb.com y mañana en boletería.