Gran bailarina argentina, desde hace algunos años abocada totalmente a la docencia -es profesora de la Universidad de las Artes (UNA), de la Fundación Julio Bocca (fue figura de su compañía durante dos décadas), ha dado clases en el Ballet Folclórico Nacional y también como invitada en el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y el del Teatro Colón, entre otras cosas-, Cecilia Figaredo vino a San Juan a dictar un seminario a los bailarines del Programa Danza, que comanda Victoria Balanza, en el Teatro del Bicentenario, dirigido por Silvana Moreno. Un trabajo intensivo que concluyó ayer con una muestra en el hall del edificio (ver aparte) y a la que seguirá hoy una masterclass abierta, que tiene unos 50 inscriptos activos, además de oyentes. En una pausa, Cecilia dialogó con DIARIO DE CUYO sobre esta posibilidad de capacitación para los bailarines locales y su rol docente.
– ¿Cómo ha sido tu experiencia docente en San Juan?
– Es mi primera vez en el Programa, los vi muy bien, hay gente joven con muchas condiciones, mucho talento. Y estoy muy satisfecha también con la escucha. Me encontré con un grupo muy lindo, así que me voy feliz.
– Es muy bueno para ellos poder tomar clases con figuras, sin salir de casa…
– Sí, es algo que hay que valorar, pero que tiene todo un proceso previo que también hay que valorar, que es el trabajo de todo el año de Victoria, que lo viene haciendo fabulosamente bien. Y bueno, que el Teatro traiga maestros que tienen una trayectoria es una fortuna muy grande para los bailarines del Programa.
-¿Lo ves como una forma de federalizar la danza también, al menos el acceso al perfeccionamiento?
– Sí, y tiene que ser así, federal, para que todas las provincias tengan acceso, tanto el público como los que quieran dedicarse a esto. Argentina tiene maravillosos teatros, éste es de los mejores de Latinoamérica te diría, un orgullo y hay que aprovecharlo.
– ¿Creés que estos espacios son una opción posible para chicos que no llegan a compañías nacionales o internacionales; o bien que no quieren irse?
– ¡Sí, claro! Y es necesario que existan porque no todo el mundo puede irse ni siquiera a Buenos Aires, y no porque no tengan talento… Es muy valioso este espacio que ha generado el Bicentenario para los bailarines.
– Plena en tu rol de maestra ¿Cómo viviste bajar del escenario para formar a jóvenes bailarines?
– Fue un proceso que se dio muy naturalmente, fui dejando de bailar al mismo tiempo que incursionaba en la docencia, hace muchos años ya. Enseñar me apasiona tanto como bailar, me interesa mucho pasar mis vivencias y conocimientos a gente joven que tenga ganas de crecer y de ir tras sus sueños, como yo lo hice cuando era chica y hubo gente que me acompañó. Es algo que disfruto mucho, acompañar los procesos de los alumnos me hace muy feliz.
– ¿Desmitificamos que se extraña horrores el escenario?
– Bueno, no, hay un poco de eso… Por supuesto que se extraña el escenario y que al principio es un poco angustiante, pero como yo lo fui haciendo a la par de la docencia, que me encanta, fue más tranquilo y pude cubrir esos espacios. De todos modos, voy a ver danza y siempre están las ganas de subir a bailar con los que están arriba (risas), es inevitable, es la vocación… Pero la verdad es que lo vivo tranquila.
– ¿Hubo un día que dijiste “Hasta aquí’?
– Se fue dando casi sin darme cuenta, la docente empezó a ganarle tiempo a la bailarina, me quedaba con menos tiempo para entrenar, cada vez agarraba más cosas de la docencia que del escenario… como que inconscientemente fui haciendo ese cambio. Lo último que bailé fue hace un par de años, en Buenos Aires; interpreté a Frida Kahlo en una obra de Analía González (Pies pa’ volar), fue hermoso y ahí sentí que era el momento de dar un paso al costado, pero bien, disfrutando.
– Parada en esa línea, atrás una trayectoria impecable como bailarina, por delante nuevas generaciones ¿Cuál es tu objetivo?
– Sobre todo crear conciencia en ellos de que un bailarín no es solo movimiento. Más allá de lo que se trabaja técnicamente, que cada uno vaya encontrando adentro a su propio artista, su expresividad. Como maestra, es donde más trato de hacer hincapié. No solo nos movemos, hay algo que queremos decir, que sentimos y queremos transmitir con nuestro cuerpo… si no, es más gimnástico. Busco que los jóvenes bailarines, además de la técnica, encuentren su propia expresividad, eso…
– Hubo cambios desde tus épocas de estudiante hasta ahora. ¿Qué te parece que hay que mantener y qué es bueno que haya cambiado?
– Lo que sin dudas se tiene que mantener siempre son la disciplina y la constancia, antes, ahora y en las épocas que vendrán es fundamental trabajar con responsabilidad. Y la diferencia es que por ahí nosotros tuvimos maestros más rígidos, ahora todo se ha ablandado un poco, es una generación diferente también, acostumbrada a resultados inmediatos y ahí se necesita un poco más de contención por parte de los maestros, porque esta disciplina no es de resultados inmediatos. Hay que tener paciencia y a la distancia aparece el resultado. Eso es lo que hay que trabajar con los chicos de ahora, si todos los días te agarrás de la barra y seguís los consejos de los maestros, habrá un progreso en el tiempo, seguro.
– ¿Podría decirse que está más “humanizada’?
– Hay más contención humana diría, antes por ahí eran más serios los maestros… Pero con vocación y amor por lo que se hace se sale de cualquier situación, siempre.
El broche de oro
Ayer, desde las 18 hs, el público disfrutó de una hermosa clase de clásico que Figaredo impartió a los bailarines del Programa en el hall del TB. Una vez finalizada esa instancia, mostraron el trabajo de repertorio que también incluyó el seminario. En sucesivas pasadas, los chicos bailaron dos pas de deux: el de El Corsario, que Figaredo hizo tantas veces con Julio Bocca y Hernán Piquín; y otro neoclásico, Pedacito de Cielo (un valsecito criollo perteneciente a Bocca Tango), con coreo de Ana María Stekelman, que bailó con Bocca.
“Lo interesante de trabajar las dos modalidades es que los chicos entiendan las similitudes en el trabajo de partenaire y cuán funcionales son las herramientas que tiene el clásico para bailar algo neoclásico o contemporáneo y a la inversa. Y qué mejor, en el caso de Pedacito de cielo, que tenerlo de primera mano, de la persona para quien fue creado; es un traspaso directo de información de quien trabajó con la coreógrafa. Todo ha sido muy enriquecedor, porque además ella es una persona absolutamente generosa. Es invaluable para el bailarín tener este tipo de referentes, con esa trayectoria y esa información’, explicó Victoria Balanza.