Por Luisa Aciar
(Única Instructora Líder de la Filosofía del Éxito de Napoleón Hill en Argentina y Bioneurocoach)

Cierra los ojos por un momento. Respira profundo. Siente el latido de tu corazón. ¿Te has detenido alguna vez a escucharlo? No solo con los oídos, sino con el alma.

Ese ritmo constante, que te ha acompañado desde el primer día de tu existencia, es más que un simple impulso biológico. Es un lenguaje. Es un código sagrado. Es la voz de lo divino hablándote desde dentro, recordándote quién eres realmente y de lo que eres capaz.

Te invito a un viaje. No un viaje cualquiera, sino el más profundo y revelador de todos: el viaje hacia tu corazón.

  • El Corazón: más que un órgano, un portal al infinito

Desde tiempos inmemoriales, el corazón ha sido el epicentro de lo sagrado. En el antiguo Egipto, no se creía que el cerebro albergara la conciencia, sino el corazón. En su visión del más allá, el alma del difunto debía pasar por el juicio de Osiris, donde su corazón era colocado en una balanza contra la pluma de Maat, la diosa de la verdad. Solo aquellos con un corazón ligero, libre de pesares y mentiras, podían entrar en la eternidad.

En la medicina tradicional china, el corazón es el “Emperador” del cuerpo, el órgano que gobierna las emociones y la conexión con la vida. Y en el misticismo cristiano, el Sagrado Corazón representa la llama del amor divino que arde en lo más profundo del ser.

Pero esto no es solo una visión poética. La ciencia, en su rigurosa búsqueda de la verdad, ha comenzado a confirmar lo que los sabios de la antigüedad ya sabían: el corazón es un centro de inteligencia, poder y energía.

  • La ciencia del corazón: un cerebro que late

La neurociencia ha descubierto algo asombroso: el corazón tiene su propio sistema nervioso, compuesto por aproximadamente 40.000 neuronas. Es un cerebro dentro de nuestro cuerpo, capaz de sentir, recordar y tomar decisiones antes de que la mente racional intervenga.

Los estudios del Institute of HeartMath han demostrado que el corazón envía más información al cerebro de la que recibe. En otras palabras, el corazón guía la mente, no al revés. Pero hay más. El campo electromagnético del corazón es el más poderoso del cuerpo humano y puede extenderse hasta tres metros a nuestro alrededor. ¿Qué significa esto? Que nuestros latidos no solo afectan nuestra biología, sino que también influyen en las personas y el entorno. Nuestros corazones se comunican en un lenguaje invisible, creando resonancias con los corazones de los demás. Este descubrimiento no es solo científico, sino profundamente espiritual: somos energía en constante interacción con el universo.

  • Un milagro real. La historia de María Victoria

Hoy quiero compartir una historia que ha tocado mi alma de manera profunda, una historia que demuestra que el corazón, cuando se conecta con su verdadera fuerza, es capaz de obrar verdaderos milagros. Y lo más impactante es que esta historia no es de un personaje lejano ni de un cuento fantástico. Es la historia de mi hija, María Victoria, una niña de 7 años, cuya vida se ha convertido en un testimonio del poder de la fe, el amor y la fuerza interior. – Hace aproximadamente un año, algo inesperado ocurrió en nuestras vidas. María Victoria, esa niña llena de energía, alegría y vitalidad, comenzó a enfrentar un desafío que jamás imaginamos. Los médicos descubrieron que su corazón no estaba funcionando como debía. A pesar de su sonrisa contagiosa y de esa chispa única, su corazón estaba atravesando una batalla silenciosa.

El diagnóstico fue devastador. Nos dijeron que su situación era grave, que el camino sería incierto y que lo que se necesitaba reparar en su pequeño corazón no estaba garantizado. Los miedos, las dudas, y las preguntas sin respuesta nos invadieron, y nos sumergimos en un mar de angustia. La posibilidad de que nuestra niña no tuviera una vida normal era aterradora, y el dolor de saber que tenía que enfrentar los riesgos de una operación a corazón abierto nos devastaba.

Sin embargo, en medio de este caos y de tanta incertidumbre, algo profundo se despertó en nuestro interior. Era una voz interna que nos susurraba en los momentos más oscuros, una voz que nos hablaba del poder de lo invisible, de lo que no se ve, pero sí se siente. Una fuerza que no podíamos ignorar ni dejar de escuchar. Aunque el pronóstico era incierto, nuestra alma nos decía que había algo más, algo mucho más grande que la medicina convencional, algo que solo podía activarse a través de la fe, la convicción y el amor incondicional: “el poder del corazón”.

María Victoria, aún tan pequeña, nunca dejó de brillar. Su luz, su alegría y su fortaleza nunca se apagaron. Y mientras los médicos hacían su parte, nosotros decidimos no limitarnos solo a lo que ellos decían. Decidimos no rendirnos ante el diagnóstico, sino dar un paso más allá: decidimos accionar activando toda nuestra energía, nuestra fe y nuestro amor en cada gesto, en cada palabra, en cada pensamiento. Sabíamos que el milagro de nuestras vidas estaba en juego, y que sólo el poder del corazón, de la fe inquebrantable y la certeza de que lo divino estaría con nosotros, podían traer la sanación que tanto estábamos necesitando.

Cada día nos preparamos con una energía vibrante, convencidos de que el milagro estaba en camino y que María Victoria estaba siendo acompañada por una fuerza mayor, una fuerza que no solo la sanaba, sino que transformaba todo a su alrededor. La vida misma se estaba transformando para nosotros, porque nos dimos cuenta de que el verdadero milagro no estaba en el diagnóstico, sino en lo que podíamos lograr al conectamos con el poder sagrado del corazón. Así que, en lugar de vivir esos días con terror, nos decidimos y nos comprometimos a prepararnos como guerreros, con la certeza de que la batalla que íbamos a librar no solo era médica, sino también espiritual.

Cuando llegó el día de la cirugía, en lugar de sentir miedo, nos rodeó una energía luminosa, como si todo el universo estuviera conspirando para apoyarnos. María Victoria, tan valiente como siempre, ingresó al quirófano como la guerrera que es, escuchando su canción favorita de Karol G y rodeada de ángeles con batas blancas y mientras la subían a la camilla donde ocurriría el milagro yo sólo le susurraba al oído muchos “Te amo” y un contundente y convencido “Hija, todo estará bien”. Y con esas palabras mi corazón se despidió de ella a la vez que se rindió al poder absoluto de una fe inquebrantable que me sostuvo y me mantuvo firme en el momento más desafiante de mi vida. Ahora solo quedaba confiar en el proceso.

Las horas que siguieron fueron una eternidad. Diez horas que se sintieron como una vida entera. Cuando por fin nos llamaron para decirnos que la cirugía había terminado. Llegamos al lugar donde nos esperaban con la noticia más esperada de todas: el Dr. Jorge Barreta, el hombre que, para nosotros, era mucho más que un médico, apareció con una sonrisa tan brillante que, por un momento, pensamos que estábamos frente a un ser celestial. Y entonces, sus palabras, que nunca olvidaremos, resonaron con una fuerza indescriptible: “La cirugía fue todo un éxito. Logramos reconstruir su válvula mitral”.

Lo que para muchos era solo una posibilidad remota, fue la mayor victoria de nuestra historia.

Pasaron dos horas interminables antes de que finalmente pudiéramos verla. Y cuando al fin estuvimos frente a ella, allí estaba, en su cama de hospital, rodeada de cables, tubos y monitores que parecían invadir su pequeño cuerpo. En ese instante, los miedos y la incertidumbre nos envolvieron, pero a pesar de esa sombra, algo dentro de nosotros no se quebró. En lugar de sucumbir al dolor, una fuerza muy poderosa nos permitió bajar del caos mental al refugio del corazón. Fue entonces cuando, como un susurro en medio de la tormenta, escuchamos esa voz interior que nos llenaba de paz, que nos susurraba calma, y que nos recordaba que, a pesar de todo, María Victoria seguía aquí, viva, luchando con una energía imparable. Su corazón, en su frágil cuerpo, latía con una fuerza que desbordaba esperanza. En ese momento, comprendimos que nuestra gratitud por verla tan valiente y nuestra fe en su recuperación eran mucho más poderosas que cualquier miedo. Y fue allí donde nos conectamos con la certeza de que, más allá de los tubos y las máquinas, lo que verdaderamente importaba era el poder inquebrantable de su espíritu.

María Victoria no solo superó la cirugía. Lo imposible se hizo posible al quedar su válvula perfectamente reconstruida y ella, con su vitalidad renovada, volvió a sonreír, a jugar, a ser la niña de siempre. Todo ocurrió mucho más rápido de lo que los médicos habían anticipado, y cada momento de esa recuperación se sintió como un milagro.

Hoy, después de todo el proceso, María Victoria está más fuerte que nunca. La historia de mi hija, de nuestra familia, es el testimonio del poder del corazón. Porque, cuando el corazón se alinea con la fuerza de la vida, del amor y de la fe, no hay límites, no hay imposibles y lo que parecía un final, es solo el comienzo de un nuevo capítulo lleno de milagros.

  • Vivir desde el corazón: un llamado a la acción

Vivimos en un mundo acelerado. Nos enseñan que la felicidad depende de lo que tenemos, de lo que logramos, de lo que el mundo externo nos ofrece. Pero yo te pregunto: ¿y si la verdadera felicidad, la verdadera fuerza, la verdadera paz, no estuviera en lo que poseemos, sino en lo que ya somos? Es en el corazón donde se encuentra nuestra verdad, nuestro propósito. Es en el corazón donde reside la capacidad de sanar, de cambiar y de trascender. Es allí donde se activa nuestra verdadera fuerza, la que nos conecta con lo divino, con lo sagrado. Cuando eliges vivir desde tu corazón, no solo te conectas contigo mismo, sino con el universo entero, y las puertas de los milagros se abren ante ti.

Hoy te invito a dar el paso. Escucha el llamado de tu corazón. No dejes que el ruido del mundo te aleje de lo que realmente eres. Si alguna vez has sentido que el milagro está lejos, te invito a recordar: el milagro ya está dentro de ti y es tu corazón.

EL DATO
Luisa Aciar.
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