El mundo ha llegado al primer cuarto del siglo XXI dentro de un panorama de reconfiguración del orden internacional y la convergencia de múltiples crisis, muchas de ellas generadas por conflictos armados y por amenazas no convencionales, como el accionar del terrorismo y de organizaciones criminales trasnacionales, que a diario ponen en riesgo a la humanidad.
Este estado de conflicto y caos hacen que la sociedad internacional enfrente momentos críticos que la colocan en una encrucijada de no saber cómo resolver esta situación, ante la cambiante postura que asumen los líderes mundiales que se disputan el poder en el planeta.
Desde el fin de la Guerra Fría, alrededor de 1991, se inició un proceso de transición de un viejo orden internacional a uno nuevo, aunque ese cambio al que se le tenía mucha fe de que contribuiría a un mundo mejor, no termina de concretarse, lo que genera incertidumbre de lo que va a acontecer en el futuro.
En el plano económico, una de las llaves que puede destrabar el absurdo de las guerras, desde 1945 oportunidad en que finalizó la segunda guerra mundial, se ha transitado por distintas corrientes, desde el auge del neoliberalismo económico al regreso del proteccionismo, así como al impulso de los procesos de integración económica, regional, y sus múltiples formas de reconfiguración.
Dentro de todo este proceso se destaca el ascenso de China en materia económica, tecnológica y militar, potencia que está desplegando sus estrategias para hacerse presente en el ámbito internacional en una manera decisiva. Es por ello que el gigante asiático ha sido identificado por Estados Unidos como su principal competidor estratégico que avanza promoviendo alianzas con otras naciones, en camino de lograr una bipolaridad entre esas dos potencias. Al antiguo eje establecido entre Estados Unidos y Rusia, ahora se ha comenzado a hablar del eje entre Estados Unidos y China, por ser este último el país que más se ha acercado a EEUU en su crecimiento y desarrollo.
El ascenso de las guerras alrededor del mundo, junto a las catástrofes climáticas y crisis alimentarias han generado un deterioro y una carencia de desarrollo humano que cada vez es más notable.
En el plano estrictamente bélico, en lo que va del 2025, han proseguido los seis conflictos más grandes; la guerra en Ucrania; los conflictos entre Israel y Gaza; Israel y Hezbolá; Irán e Israel; sirio-israelí y la Crisis del mar Rojo.
Aunque algunos de ellos sean de larga data, estos conflictos tienen nuevas formas que nos lleva a una renovada carrera armamentista y de la reactivación de las empresas militares. Además, el espacio es considerado como un campo de dominio estratégico, y las nuevas tecnologías militares: vehículos no tripulados, armas autónomas letales y aplicaciones de inteligencia artificial avanzan a una velocidad vertiginosa.
De no haber un cambio de conciencia que lleve a los principales líderes del mundo a promover una solución pacífica a cada uno de los conflictos bélicos, la Tierra se está convirtiendo en un gran polvorín con el peligro de que pueda estallar en cualquier momento.