En un cuarto de hora, los 15 mejores podadores de la provincia tuvieron que demostrar su nivel con las tijeras de poda. Cuando anunciaron por micrófono que empezaba el tiempo de competencia, los participantes entraron al parral, con las mismas herramientas, uniformados con una remera y una credencial. Si bien era una prueba de velocidad, ninguno se veía apurado. En cambio, cada uno miraba bien la vid donde debía trabajar, analizando rama por rama, donde cerrar las cuchillas. Es que de la decisión de ellos, de qué cortar y por dónde, depende cuánta uva dará esa planta el año siguiente. Por eso, para premiar a las mejores y reconocer a todos los que se dedican a esta tarea tradicional, es que la Coviar decidió hacer el primer Campeonato de Poda en Vid, que terminó ayer al mediodía en Albardón.

Los mejores. Los podadores que llegaron a esta instancia fueron elegidos los 15 mejores de San Juan.

La competencia empezó en junio y tuvo tres instancias competitivas en distintos puntos de la provincia. Los 15 participantes que llegaron a la final, lo hicieron después de ganar distintas instancias previas. Cada finca eligió a sus mejores podadores, confiando en que iban a poder llevarse el premio final. Fueron más de 100 los participantes en total, que recibieron charlas de capacitación antes. En cada competencia regional, elegían a los 5 mejores, que se encontraron ayer en la Finca El Milagro, para los dos últimos tramos competitivos.

Con hinchada. Familiares y amigos fueron a alentar.

Para encontrar al mejor de la provincia, todos debían competir tanto el parral como viñedo. Es que algunos llevan toda la vida trabajando en una finca que produce solo en una de las dos maneras, pero la idea era dar con el más habilidoso con las tijeras de poda, sin importar el formato de la planta. Además, explicaron los jurados, tenían en cuenta todo lo que implica la tarea de podar la planta: velocidad para poder abarcar la mayor cantidad de terreno posible; el cuidado, para no dañar cortando de más; prolijidad, para que cada corte tuviera el objetivo deseado.

Es que la poda depende también de qué se busca, explicaron jurados y productores: si lo que se quiere es sacar cantidad de kilos, el podador debe dejar espacio para que crezca mucha fruta. Si se quiere calidad, hay que cortar más, sacrificando cantidad, pero apuntando a obtener vinos finos con uvas muy cuidadas. “La planta no necesita poda, el ser humano lo hace para tener mejor rendimiento económico”, explicó Hugo Carmona, uno de los jurados. Por eso, de esos trabajadores, dependerá el futuro de toda la producción.

Jurado. Tres ingenieros analizaron la calidad del trabajo.

Los 15 minutos se pasaron rápido, mientras los concursantes iban y venían, con el click de las tijeras. Cinco minutos antes les avisaron, para que repasen. Algunos daban vueltas alrededor, analizando con más distancia, otros tocaban lo que quedó, para ver si valía la pena dejarlo. Alrededor las familias, amigos y algunos patrones los esperaban, la mayoría en silencio. Otros alentaban a alguno de los competidores, aunque no daban consejos. Las opiniones estaban, porque muchos trabajan en familia, pero lo hacían en voz baja. Cuando el tiempo terminó, los competidores se encontraron primero con el público, pero después volvían se reunían entre ellos. No había un clima de competencia, sino de tarea cumplida y charla entre colegas. Similar a un día cualquiera después de darle forma a un parral.

>LOS GANADORES

Tras las dos pruebas finales, el jurado integrado por Beatriz Pugliese, Ramiro Cascón y Hugo Carmona eligieron como los cinco mejores del Campeonato del Podador San Juanino, que se hizo en honor a Mauricio Ortiz. Los premiados fueron Ariel Castro (1º), Adolfo López (2º), Hernán González (3º), David Muñóz (4º) y Alejandro Navarro (5º). La organización estuvo a cargo de la Coviar.

> LOS PROTAGONISTAS

 >El veterano de la poda Javier Sánchez

Javier Sánchez calcula que lleva 6 décadas trabajando en la uva, porque tiene 71 y apenas terminó la primaria empezó a ir a la finca de su familia con su papá. El productor era el mayor en la competencia y terminó ahí porque su hija lo inscribió, porque el no se animaba y decía que ya no tenía edad para eso. Pero toda una vida recorriendo el campo y su conocimiento lo pusieron entre los 15 mejores de toda la provincia. Si bien empezó en la finca familiar en San Martín, empezó a trabajar otras por contrato y así ahorro y compró dos más, una en el mismo departamento y otra en Angaco, donde produce uva para consumo en fresco y alfalfa. Si bien podría jubilarse, dice que no le gusta quedarse en su casa y todos los días va a trabajar, podando o en el tractor, que son las dos tareas que más le gustan. Tiene obreros a su cargo, pero prefiere arrancar temprano llegar a las 8 al campo, corta a las 12 y vuelve desde las 14 a las 18, para aprovechar todas las horas de sol.

> La jefa de tijera Marta Quevedo

Marta Quevedo, de 53 años, es la encargada de una finca y la heredera de un saber familiar de la poda. Fue la única mujer que llegó a la final del Concurso de Poda, le ganó a unos 50 competidores en la instancia anterior y eso, dijo, la hacía sentirse ganadora por adelantado. A pesar de su humildad, la trabajadora se inscribió por insistencia de sus compañeros, que sabían de su habilidad en la tarea, porque es la que le enseña a nuevos podadores y quien inició a al menos dos de sus hermanos en el rubro. Ella, por su parte, lo aprendió siguiendo a su abuelo, Tomás Quevedo, desde que tenía 6 años. Primero araba con animales, hacía lo que le mandaban y de a poco fue aprendiendo cómo usar las tijeras como le iba enseñando el hombre. Durante el concurso recibió capacitaciones, que asegura que le sirvieron mucho, pero ante la duda de quién sabía más, no tiene dudas y dice que el mejor era su abuelo, que murió a los 85 años, siendo para ella el mejor podador.

> Padre e hijo compitiendo Horacio y Hernán

Horacio y Hernán González son padre e hijo, respectivamente, y llegaron a competir en el Concurso de Poda juntos, después de trabajar toda la vida juntos. Para el mayor, todo lo que sucedía ese día era algo a celebrar, porque sentía que era un reconocimiento al trabajo que hace desde que tenía unos 12 años en una finca de San Martín. La primera vez que lo tocó podar fue a los 15, que fue más o menos la misma edad en la que Hernán empezó a trabajar también en el campo, siguiendo los pasos de su padre. Horacio contó que para él es un orgullo estar en el campo, que ve con preocupación que hay cada vez menos personas que van a las fincas, algo que a él lo apasiona. Le entristece que ve fincas abandonadas, a veces por problemas económicos, por falta de agua o hasta porque no encuentran quien quiera trabajar. Por eso que su hijo de 29 años esté junto a él en el concurso es una alegría doble, sobre todo porque la familia a pleno los acompañó ayer.