Las últimas estadísticas difundidas a nivel internacional revelan que la Argentina es el quinto exportador mundial; el tercer importador en América Latina y el decimoquinto consumidor de trofeos de caza de especies de fauna silvestre, lo que coloca a nuestro país entre uno de los más activos dentro de una práctica que debería ser desterrada por las graves consecuencias en la biodiversidad y en los ecosistemas.
En línea con fundamentos que se pusieron en debate durante la reciente COP 16 (Conferencia de las Partes, en la que se abordó la crisis de biodiversidad que enfrenta el mundo) realizada este año en Cali, Colombia, al Congreso Nacional ingresó un proyecto de ley que prohíbe la importación de ‘Trofeos de caza” por ser una actividad que implica la matanza de animales salvajes para exhibir sus cuerpos como trofeos, un mal que se ha extendido por muchos países, entre ellos el nuestro, donde se observa un gran movimiento comercial entorno a una labor que ya debería haberse considerado totalmente ilícita. Por eso es necesario que esta legislación sea tratada y aprobada lo más urgente posible para terminar con una práctica que amenaza a toda la fauna autóctona de la región y también de todo el mundo.
El daño que provoca la obtención de los trofeos de caza está siendo comprendido cada vez por un mayor número de países que ya han prohibido totalmente esta actividad. Entre ellos está Colombia, Costa Rica, India, Singapur, Sudán del Sur, entre otros. Hay otros países con un cierto nivel de restricciones pero que resultan insuficientes y en ese grupo está la Argentina junto a Australia, Bélgica, Canadá, Finlandia, Francia, Países Bajos y Estados Unidos. Es a estos países a los que se les está exigiendo que se sumen a los que han prohibido totalmente el tráfico de trofeos de caza, ya que con su permisividad se sigue alentando a esta actividad que tiene un fuerte impacto en la preservación de la fauna autóctona en cada jurisdicción.
En la provincia de San Juan hay varios ejemplares de la fauna silvestre que merecen ser protegidos para que no caigan dentro de este tipo de comercialización. Entre ellos se destaca los guanacos, las vicuñas, los pumas y las águilas y los cóndores como animales de mayor tamaño. Mientras que entre los más pequeños encontramos el armadillo, las liebres, las serpientes de coral y los quirquinchos.
De un tiempo a esta parte hay numerosos inconvenientes para detectar a los cazadores furtivos, que actúan con gran impunidad sin recibir las sanciones que corresponde por el atropello que cometen en contra de la biodiversidad.
Se dice que en nuestra provincia pareciera ser más grave el robo de un teléfono celular que matar un guanaco, siendo que un aparto electrónico puede reponerse con cierta facilidad, algo que no ocurre con un ser vivo.
Las autoridades del área de Conservación que depende de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable deben ejercer su plena autoridad para controlar este accionar y evitar tanto las matanzas indiscriminadas como el posible tráfico de trofeos de caza, algo de lo que no está exento San Juan.