Había otro ánimo en la casa el sábado por la noche. La pareja salía a buscar la camiseta de presentación del club de hockey sobre patines al que asiste su hijo de 7 años, Aberastain de Pocito, mientras sus cuatro chicos se aprestaban a cenar. Pero ahí todo empezó a cambiar. Un llamado insistente al más chico para que se acercara a la mesa y un silencio que no llamó la atención condimentaron ese instante. Hasta que el niño salió de la habitación de sus padres, pero no para comer sino a buscar una botella de agua, con la que volvió a meterse al dormitorio. Salió enseguida, pero llorando. Fue entonces que sus hermanos mayores (tienen 15, 12 y 9 años) se toparon con la sorpresa: el fuerte resplandor de las llamas trastocó toda calma. En un par de minutos su padre, Jonathan Pastén (36) llegó a la casa y, con su hijo mayor, buscó una manguera para intentar controlar el siniestro. Pero cuando quisieron entrar, el humo y el calor los mantuvieron a raya. Instantes después se sumaron varios vecinos y entre todos lograron apagar el fuego, porque los bomberos -dijo Pastén- demoraron al menos 50 minutos en llegar. En la calle, su esposa Natalia Campillay estaba envuelta en una crisis de nervios, pero se las tuvo que arreglar con sus vecinos porque la ambulancia recién apareció como una hora y media después, precisó la mujer.
Todo pasó sobre las 22 del sábado, en una casa de adobes con techo de cañas y palos que les prestan a los Pastén Campillay en Aberastain al 3.600, unos 200 metros al Sur de Calle 14, en la zona de La Rinconada, Pocito. El fuego -contaron- había inició con un encendedor el menor de los chicos en un colchón. Y tan rápido se propagó que, cuando lo controlaron, ya nada se pudo hacer por las cosas que habían conseguido, él con sus changas de electricista y trabajos en refrigeración, más la ayuda estatal que recibe por tener hijos menores.Tres grandes televisores, tres equipos de aire acondicionado, una computadora, dos placares y un chifonier con toda la ropa y el calzado de la familia, dos modulares, una mesa, las sillas y otros muebles, terminaron destruidos. Hasta los medicamentos para el Trastorno de Ansiedad Generalizado (TAG) que sufre Pastén, los de la hipertensión de su esposa y casi $300.000 que juntaban para pagar tarjetas de crédito, quedaron destruidos. Es un duro golpe para esa familia, que ahora se aloja en un salón del propietario que les prestaba esa casa, ahora inhabitable, y no saben cómo seguir.
El próximo mes de marzo iban a cumplir 5 años viviendo en esa casa. Y este 3 de diciembre, Natalia cumple 34 años; en otros tiempos fue una fecha especial, que ahora estará empañada por la amarga experiencia.