Tiene 92 años, una lucidez envidiable y un amor intacto por dos pasiones: San Martín y DIARIO DE CUYO. Por eso, don Kelo Ontiveros vivió una jornada inolvidable: por primera vez en su vida pisó la cancha del club de sus amores y también conoció el lugar donde se imprime el diario que lee todos los días sin usar anteojos.

Don Kelo llegó al centro sanjuanino media hora antes de lo previsto, acompañado por su hija María Elina y su nieto Juancho. A las 16, ya estaba en la puerta del estadio, sobre calle Entre Ríos, con una sonrisa que le ocupaba toda la cara y un look bien “pituco”: camisa a cuadros, pañuelo al cuello, jeans con cinto y zapatillas cómodas. Su pelo, blanco y prolijísimo, hablaba de lo especial que era la ocasión.

Lo que no sabía es que lo esperaba una sorpresa. El arquero Matías Borgogno, figura del equipo verdinegro, había accedido a saludarlo y hacerle un regalo especial. Mientras aguardaban su llegada, Kelo saludaba a los jugadores que iban apareciendo por el portón: les hacía chicanas, repartía consejos con tono de abuelo hincha y no paraba de caminar, sumamente ansioso.

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Sueño cumplido. Por primera vez en su vida, Kelo visitó la cancha de San Martín. No pudo contener la emoción

“Hay que dormir mucho para ganar”, le soltó a Marco Iacobellis. Luego abrazó al “Pulpo” Diego González y se emocionó al cruzarse con Nicolás Pelaitay, referente del club y comprovinciano. “Un tiempo no estuviste”, le reclamó en tono pícaro. “Pero volví y ascendimos”, respondió Pelaitay, entre risas.

A las 17.04 apareció la figura más esperada. Borgogno bajó la ventanilla del auto y Don Kelo, con el entusiasmo a flor de piel, le gritó: “¡Muy lindo, che!”. El arquero entró al club y volvió al rato caminando con un par de guantes, usados oficialmente, en la mano. “Acá te traigo un regalo especial, con mis iniciales y todo”, le dijo. Kelo lo abrazó fuerte, le mostró un póster que había llevado desde Caucete con la imagen del plantel del ascenso y pidió que se lo firmara, igual que una vieja camiseta verdinegra. Conversaron un rato. Hablaron de Caucete, de la Difunta Correa y de asados. “Cuando guste lo espero con la parrilla llena y un buen vino”, lo invitó Don Kelo.

En la planta impresora. El caucetero recorrió con atención el lugar donde se imprime el diario.

El momento más emocionante llegó cuando Borgogno gestionó el ingreso del hincha a la cancha. Era la primera vez que Don Kelo pisaba ese estadio. Se puso los guantes y, entre risas, posó para las fotos haciendo gestos de arquero. Pero al entrar al campo de juego, sus ojos se llenaron de lágrimas. Quiso subir a la tribuna y demostrar que podía hacerlo solo. Así fue: trepó los escalones de la Popular Sur con agilidad y, desde lo alto, contempló la cancha con devoción. “Tanto tiempo siendo hincha y nunca haberla podido conocer. Y qué regalito que me llevo”, dijo mirando al cielo. “¡Vamos San Martín!”, gritó.

Al bajar, con la emoción a flor de piel, pegó un pequeño pique por el pasillo del estadio, como si la alegría le hubiera quitado años de encima.

Pero el día no terminaba ahí. La segunda sorpresa fue una visita guiada a la planta impresora de DIARIO DE CUYO. Allí lo recibió el jefe de Personal, quien le mostró cada etapa del proceso de impresión. Desde que las notas salen de la redacción en calle Mendoza hasta que llegan a manos de los canillitas que las reparten. Kelo, curioso y entusiasta, hizo preguntas, miró cada máquina con detenimiento y se mostró feliz. Era entrar al taller donde se fabrica su tesoro de todos los días, ese que se agotó el pasado lunes en todo Caucete cuando salió su historia.

Así, en un solo día, Don Kelo cumplió dos sueños. A su manera, fue una jornada histórica: un homenaje silencioso a esa fidelidad de lector apasionado y de hincha incondicional. La vida le regaló un momento de esos que se quedan para siempre. Y él lo vivió con el corazón rebosante de alegría.