La cruda verdad estalló en forma de enojo, el 23 de octubre del año pasado, cuando su familia conversaba sobre la cuota alimentaria que debía aportar el padrastro de esa niña de 10 años, a la que le había dado su apellido. Entonces la menor, irritada, le dijo a su abuela que no mencionaran a su ‘padre’ y más tarde, en un audio enviado a su madre se expandió en algunos detalles: le dijo que a su mamá que su ‘papá’ la tocaba, que le hacía hacer cosas que no quería, que le metía cosas. Al día siguiente hubo denuncia de la madre en la UFI ANIVI, ahora dirigida por la fiscal, Andrea Insegna, y la recolección de pruebas fue tan contundente, que ayer el sospechoso, un pandero de 29 años (no se lo menciona para preservar a la menor) admitió haber atacado a esa niña entre los 6 y los 8 años. Y algo no menos grave: haberle contagiado la sífilis que él mismo padecía.
A través de su Defensa Oficial, ayer representada por Mariela Ordoñez, el imputado aceptó recibir 9 años de cárcel por los delitos que le imputaron: abuso sexual con acceso carnal reiterado, agravado por ser el guardador, por convivir con la menor, por causarle un grave daño en su salud física y haberle contagiado una enfermedad de transmisión sexual. También reconoció que sus múltiples ataques sirvieron para corromper sexualmente a esa niña.
La jueza de Garantías que intervino en la causa, Flavia Allende, ratificó el acuerdo, condenó a 9 años al imputado y, además, lo declaró reincidente como pedía Fiscalía, porque el 26 de junio de 2019 había recibido un castigo de 3 años de prisión por el delito de robo agravado por el uso de un arma de fuego (cuya aptitud para disparo no pudo probarse).
El informe médico sobre las lesiones y la enfermedad sexual (en imputado y víctima), el relato de la niña y las conclusiones de los psicólogos sobre la presencia de indicadores de abuso sexual y el hecho de que el relato de la menor fuera coherente y no fabulara, fueron evidencia clave contra el acusado.
Vergüenza, timidez, baja autoestima, odio a los hombres, sentir el cuerpo sucio, sufrir pesadillas y el hecho de querer tener mucha tarea o estar ocupada en algo para no pensar, fueron algunos de los signos que no hicieron dudar a los psicólogos de estar ante el caso de una niña víctima de agresiones sexuales.