A plena luz del día y aunque no resulte muy estético un hombre de mediana edad va dejando en cada puerta un papel impreso ofreciendo distintos servicios como jardinería, limpieza de predios baldíos o reparación de cualquier objeto de la casa. Un poco más tarde, otro muchacho, un poco más joven pasa por los cafés céntricos y deja en cada mesa una pequeña tarjeta con su nombre y número telefónico ofreciendo colocación de durlock y pintura de obra. Otras personas que están desocupadas o que quieren acercar algunos ingresos extras a sus presupuestos están recurriendo a colocar un kiosco o algún pequeño negocio de un rubro determinado, o concurren los fines de semana a alguna de las ferias americanas a vender productos que consiguen de donaciones y que refaccionan para dejarlos en condiciones.
Cada uno de estos casos reflejan la actitud que están tomando distintos sectores de la sociedad para hacer frente a la crisis económica por la que atraviesan numerosas familias. Se trata de una nueva concepción de vida, que ya no se basa en esperar del Estado una ayuda que se consideraba casi obligatoria. Ahora la mayoría de la gente ha comenzado a comprender que el gobierno no tiene ninguna obligación de asistirlos sin exigir nada a cambio y que es deber de cada uno proveerse de los insumos necesarios para asegurar la supervivencia.
El ingenio de cada uno es el que determina a qué va a recurrir para conseguir esos recursos necesarios para vivir día a día, y así es como se puede observar, por ejemplo, en el Parque de Mayo un domingo por la tarde, a cientos de emprendedores ofreciendo semitas, rosquitos, bizcochuelo, y otros productos elaborados por ellos mismos. También en estos tiempos es común ver vendedores de panchos, choripanes y otras comidas rápidas en puestos fijos a la orilla de las rutas o caminos más transitados.
En ocasión de fiestas populares, como las que hemos tenido en estos últimos meses en la provincia y que se continuarán realizando a medida que avance el verano, las ventas ambulantes también han estado a la orden del día, lo mismo que la tradicional venta de empanadas, un clásico al que en todos los tiempos numerosas familias han recurrido para acercar algunos recursos a sus economías.
Es lógico que todavía quedan algunos sectores que reclaman al Estado ayuda y asistencia, pero es un hecho de que hay un cambio que se está experimentando y que comienza a manifestarse, por ejemplo, con el cobro de entradas para la mayoría de los eventos que anteriormente eran gratuitos porque siempre se recurría a algún organismo oficial para que subvencionara esos espectáculos. A este cambio lo estamos observando gradualmente y es de esperar que las autoridades lo sigan impulsando para evitar lo que durante tanto tiempo ha estado ocurriendo en nuestro país y la provincia; que el gobierno se encargara de todos los gastos para luego graciosamente repartir entradas gratis, para cumplir con compromisos y garantizar la concurrencia de la gente a esos eventos, una actitud demagógica y desalentadora de la iniciativa privada.