El Equilibrista es la historia de Mauricio Dayub, pero no sólo la de él, cuando el público se sienta a verla este domingo en el Teatro Sarmiento, sentirá que también habla de la historia de todos. El unipersonal que le valió varios reconocimientos y distinciones desde 2019, es el espectáculo que cuenta con más de 500 funciones en Buenos Aires y otras ciudades argentinas y del extranjero. Por primera vez esta pieza íntima y reflexiva, pero sin dejar de ser conmovedora, estará en la provincia y también, marcará el primer contacto de Dayub con la platea local. Para DIARIO DE CUYO, el actor habló de este éxito y de sus avatares en el mundo del teatro.

– Llegar a San Juan, por primera vez ¿qué expectativas sentís por llegar y transmitir el mensaje de esta obra al público?

– Bueno son muchísimas las que tengo, porque implica que mi trabajo está funcionando bien, llegando a lugares nuevos que antes no podía ir. Como me conocen en otros trabajos televisivos, me gusta ir más con mi modo teatro, un modo que me llevó a ganar el ACE de oro y otros, el Konex de Platino y otros importantes premios. Voy con ese respaldo, pero con la enorme responsabilidad de llegar, con esta obra, al corazón del público sanjuanino.

– ¿Fuiste construyendo un camino y el camino te construyó a vos?

– Sí, resulta fundamental porque no se puede acceder a determinados lugares si no se pasaron por otros antes. Cada paso te moldea, te pule, te va formando y mostrando quién sos, qué posibilidades tenés, cuáles son tus virtudes y tus defectos. En ese sentido aprendo mucho de mis debilidades.

– ¿Cuáles son los momentos en que, como actor, se siente que se pierde el equilibrio?

– La primera obra que escribí se llama El Amateur, fue el riesgo más grande que tomé, porque lo hice por la indiferencia del medio. En esos años me convocaban para ser hombre 1 y me ofrecían personajes menores con dos bocadillos. Entonces quería ir a escribir algo auténtico, algo que no tenga influencia con lo que veía, que no imitara o no copiaba. Cuando la terminé, la llevé al productor, me dijo que no podía apoyarme porque no iba a invertir en algo que no tenía “cartel”, entonces me di cuenta, que debía producirme a mí mismo. A dos semanas de su estreno, el ensayo general salió muy mal y volví a casa, me latía el corazón, me dolía la cabeza y me dije ¿cómo me metí en esto? Invertí dinero, le pedí música a Jaime Ross. Pero me fui calmando y mejoré lo que hice, y cuando estrenó la obra a los dos semanas ganó 17 premios; se hizo una película, después un libro, gané todos los premios como actor y autor. Ese fue el modo de perder el equilibrio.

– ¿Qué características tiene cada personaje dentro de la obra y con cuál te sentís más identificado?

– El Equilibrista es la historia de mi familia, compongo, a los tíos, mis abuelos, a mí mismo, en mi juventud y hago todos los roles en un encuentro de Italia que se me reveló un secreto familiar y la comparto con el espectador. Cada rol está de forma completa con su peluca y su vestuario, pero hay otros, que están interpretados en objetos. Son alusiones o pequeñas señales. la abuela es un vestido, por ejemplo. Tomamos la figura literaria de la metonimia que muestra una parte para hacer comprender el todo. Por eso el público no sólo ve mi historia, sino que percibe la suya propia también.

– ¿Por qué como actor, tiene mucho sentido observar más que el ser observado por otros?

– Porque cuando comencé a actuar, hice labores en la tele y percibí que el actor tenía una vida social, para agradar en esa vida social, tenía que parecer. Pero advertía que iba por la vida sin que me conocieran a mí, quién soy. Sostenía los roles que hacía en la tele y en eso me daba la sensación que me perdía a mí mismo. Que era mejor que la gente me percibiera por lo que soy y uno por los roles que hacía. La observación para construir un rol es fundamental para crear otros personajes. El proceso me sirvió a la larga porque con esos trabajos me permitieron reunir el dinero para hacer el teatro que quería. Toda esa etapa estoy muy agradecido, mi carrera no avanzaba pero a la larga, la idea del teatro que soñaba finalmente se me dio. Por eso siempre recomiendo esto, cuando no nos va bien, no hay que malograr nuestra vida por falta de adhesión, no hay que parecernos a los que les va bien y no copiar lo que funciona. Porque ese derrotero de la realidad nos hace perder identidad.

– Si el mundo está hecho para los que se animan a perder ese equilibrio, lo que dijo tu abuelo, ¿cómo fuiste decodificando y qué aprendiste de esa idea?

– En la inseguridad de los comienzos cuando no te dan trabajo y no tenés donde vivir. Cuando los amigos por la noche te hacen creer que sos un pavo real en las noches, pero en la mañana te levantás siendo un pajarito. Es en ese instante donde tomé nota que me alejaba de lo que quería ser en realidad. En ese sentido, tuve que perder el equilibrio cuando abandoné la carrera universitaria que mis padres me eligieron. Salí a buscar el teatro que yo quería, dejé la comodidad que tenía y es la primera vez que valoré esa frase de mi abuelo.

– Muchas veces decís que no te gusta la vida de los adultos, ¿qué es lo que la vida moderna te produce rechazo y por qué?

– Porque la modernidad nos aleja de la verdad y de lo que somos. Afuera no se valora la verdad de cada uno, impone lo que tiene que valer más si sos rubio ojos claros, si tenés un 0km, si vivís en tal o cual barrio, o usas una marca de ropa. Hay una condición esencial que tenemos como persona donde es más valioso la honestidad, el orgullo, la dignidad, las acciones diarias, el trato y el respeto por el otro. Parece que esas cosas no cotizan en ningún mercado. La vida del adulto se transformó en algo que no revela lo mejor de la condición humana, La hipocresía diaria, de mostrar algo que no somos, o una persona que no la queremos y la tratamos de “maestro”. Esas cosas son las que no me gustan de ser adulto.

– Así y todo hay que ponerle la mejor cara 

– Absolutamente y lucharé por estas cosas. Escribí un libro que se llama “Alguien como vos”. Lo que vale es el intento, la búsqueda con todos los errores y debilidades propias, las escasas virtudes que podamos desarrollar y descubrir, nos demuestra que en realidad hay mucho más de lo que necesitamos descubrir de nosotros mismos. Sin embargo, no hay mucho incentivo en lo cotidiano para lograrlo. Lo que tu jefe te pide repetir siempre las mismas tareas para cumplir un rol, es desvalorizarte, para que no puedas superarlo o para que no puedas pedir un aumento de sueldo. Un sueldo que dependés todos los días para vivir. Y ese sueldo es poco y no lo querés perder. Ahí nos condicionamos sin conocer de verdad, que la experiencia humana no consiste en otra cosa que pasar por esta vida intentando saber a cuánto más podíamos llegar con lo que somos.

DATO
El Equilibrista. Teatro Sarmiento, domingo 5 de mayo. 20.30 hs. Entradas: $15.000; $15.500; y $16.000. Anticipadas en www.entradaweb.com.ar