Así como la población infantil de los sectores más carecientes de la sociedad están expuestos a los problemas que genera la falta de una alimentación adecuada, pudiendo llegar a la desnutrición si no recibe los alimentos necesarios en el momento preciso, hay en nuestra comunidad una considerable cantidad de adultos mayores que sufren este mismo inconveniente y que muchas veces no son atendidos como corresponde por considerar que este sector es minoritario y que tiene otros problemas mayores, vinculados con su salud, que no son de origen alimentario.

La grave situación se pone de manifiesto cuando se observa que a los comedores o merenderos infantiles que han logrado seguir funcionando en distintas partes del país y la provincia, también concurren algunos adultos mayores en busca de asegurar su alimentación, por carecer en su ámbito hogareños de los medios suficientes para una correcta nutrición. Se ha llegado a establecer que por cada 20 o 30 niños que asisten a estos centros alimentarios, hay uno o dos ancianos que concurren ya sea para comer en el lugar o para que le proporcionen una vianda para llevársela a su casa. En términos generales se trata de personas que han llegado a su ancianidad careciendo de una pensión o jubilación adecuada, que le alcance para los gastos de la casa, los remedios que por lo general se les prescribe y los alimentos que deberían consumir para una nutrición correcta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llegado a establecer que ‘la crisis alimentaria mundial es también una crisis sanitaria, y un círculo vicioso: la malnutrición lleva a la enfermedad, y la enfermedad lleva a la malnutrición”’, y esto se da con mucha frecuencia en los adultos mayores -personas que van desde los 60 o 65 años en adelante- que no acceden a una alimentación adecuada como está ocurriendo cada vez más en nuestra sociedad.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado que se necesita apoyo urgente en los países más afectados por la inseguridad alimentaria para proteger la vida y la salud de los niños y de los ancianos, lo que incluye garantizar el acceso crítico a alimentos sanos y servicios de nutrición especialmente para estas dos franjas etarias de la sociedad que están resultando las más afectadas.

En San Juan, la ancianidad en estado de vulnerabilidad ha crecido considerablemente a medida que se han agravado las condiciones sociales de gente que ha llegado a esta etapa de su vida sin ningún tipo de protección o con pensiones y jubilaciones que no cubren sus necesidades primarias, como todas aquellas jubilaciones otorgadas sin los aportes reglamentarios. Este fenómeno se da a pesar de que la provincia haya asumido como política de Estado el reconocimiento del adulto mayor como sujeto de derecho, en concordancia con la adhesión de la Ley 27.360 que ratifica la Convención Interamericana de Protección de los Derechos Humanos de los Adultos Mayores. Este acuerdo exige a los estados firmantes, implementar herramientas e instrumentos para resguardar los derechos de los ancianos, entre ellos el de una correcta alimentación. Una acción que habrá que tener encuenta para evitar que los ancianos sufran este mal los últimos años de su vida