Publicaciones deportivas especializadas han adelantado las gestiones que busca encarar en la Argentina la empresa francesa Amaury Sport Organisation (ASO) organizadora del rally Dakar, la prueba automovilística anual más exigente del mundo. La idea de la firma, y de la máxima autoridad de la prueba, Etienne Lavigne, es recuperar nuestro país, Chile y Paraguay para el trazado de la edición 2020. 

Si bien no hay nada decidido porque cualquier determinación oficial se toma una vez firmados los acuerdos con los gobiernos de los países involucrados, que demandan cuantiosas erogaciones económicas en infraestructura y logística a pesar de que es una carrera es a campo traviesa, las versiones indican que el Dakar comenzaría en Chile, luego vendría a la Argentina con etapas en La Rioja, San Juan, Córdoba y Buenos Aires, finalizando en Paraguay.

Las tratativas la enfoca ASO con el Gobierno nacional, en particular con el director de Turismo Gustavo Santos, y si se llega a un acuerdo, las provincias señaladas tendrán que hacer su aporte financiero con la esperanza de recuperar la inversión con el turismo y la masa de aficionados locales y extranjeros que demandan asistencia y servicios. De todas maneras las expectativas tendrían confirmación en abril próximo.

Pero nadie habla del impacto ambiental producido por la competencia más antiecológica del mundo, donde se movilizan unas 2000 personas entre competidores, asistentes y organizadores, por terrenos inhóspitos algunos vírgenes y sobre sectores de parques nacionales vedados al público en general porque son reservas naturales.

Es de imaginar el daño a la flora y la fauna autóctonas que ocasionan más de 800 vehículos todo terreno autos, camiones, cuatriciclos, motos y otros rodados preparados sortear todos los obstáculos que se presentan- más las caravanas de asistencia técnica y sanitaria. Además, no hay pájaro que no huya, si puede, cuando una decena de helicópteros sobrevuela a muy baja altura poniendo otra cuota de terror a los animales salvajes. En África, donde se inició el Dakar en el siglo pasado, todo esto ourría, con el agravante de que a las comunidades indígenas sólo les quedaba la basura.

Estamos a tiempo para que las autoridades nacionales, provinciales y municipales reaccionen contra la devastación que causa esta dura y llamativa competencia automovilística, que pone en ridículo a lo que dejaba el galope del caballo de Atila, el rey de los Hunos.